Crisis sin solución

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

¿Adónde puede concluir la crisis que vive Venezuela? ¿Cuáles son las posibilidades reales a las que se puede llegar? En un artículo de opinión aparecido en el diario caraqueño “El Nacional”, Armando Durán se mostraba inseguro y temeroso sobre lo que podría deparar el futuro inmediato. Tomando como referencia el análisis sobre la situación actual de Venezuela del ex comandante Joaquín Villalobos aparecido en diario “El País”, “Cómo superar al chavismo”, Durán temía que el desenlace apuntase a una mayor violencia social y a una escalada del conflicto.

El problema de Venezuela no es solo un enfrentamiento ideológico teniendo incluso y obligadamente la precaución de definir previamente lo que se entienda por ideológico. Atribuir conceptos universales a los desencantos populares fue una de las artimañas de las filosofías políticas del siglo pasado. Los problemas  son múltiples. Uno de los más graves, el desabastecimiento. “Sin prácticamente ningún artículo o comestible de primera necesidad en los estantes de los supermercados y casas de abasto, con poco tráfico, poquísimo, y mínima actividad comercial, la menguante economía nacional a un corto paso del colapso. ¿Preludio de eventos mucho peores?”

Ciertamente, el Gobierno venezolano podría argüir que no existe este desabastecimiento o que está considerablemente aumentado. Y señalar lo que será su política económica en los próximos meses con la misma claridad y contundencia que utiliza para exhortar a los colectivos comunitarios a que apaguen “cada candelita que se prenda”.

Como señalaba en su editorial diario “El País” de Madrid el día de ayer, la gestión del régimen ha desencadenado “la inflación más alta de América Latina, el 56%, un déficit fiscal del 11,5%, un desplome del 18% en la producción petrolera y un control de cambios que ha multiplicado por 13 el precio del dólar en el mercado negro”.

Otro de los problemas más graves del régimen venezolano es su falta de credibilidad. Si bien es cierto concita la adhesión de los Gobiernos amigos de la región y silencia a los que no comparten ni sus políticas ni sus objetivos como el caso de Panamá, su imagen se deteriora a nivel de las redes sociales.

Es muy difícil creer en una conspiración internacional cuando el que tiene  acumulado el poder represivo es el mismo régimen. La pregunta que se hacen las crecientes clases medias latinoamericanas cuando contemplan y escuchan al presidente Maduro es si vale la pena un modelo de gobierno que exhorta así a la violencia y causa muertos y heridos en su represión aparte de sufrir la escasez y la inseguridad.

La única opción a la que apunta Armando Durán en su artículo es la más improbable pero a la vez la más necesaria. La apertura de un diálogo pero sin amenazas ni epítetos. ¿Qué sentido tiene amenazar e insultar a una oposición en una situación límite sino invocar a más violencia? Durán considera que gobierno y oposición deberían sentarse a discutir todo lo que haya que discutir. Lo reconoce dificilísimo pero indispensable para no destruir al país.

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