El Estado Islámico

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

Mientras el grupo izquierdoso del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela) decidían en Caracas enviarle su apoyo al grupo terrorista Hamas y hacerle un guiño a sus amigos de Irán, en el Medio Oriente se está librando una guerra despiadada en la que están en juego los valores de nuestra civilización. Lastimosamente, un amplio sector de la ciudadanía, amparada por la desinformación, la falta de formación intelectual, la improvisación y con harta frecuencia el fanatismo, no es capaz de evaluar lo que en realidad está sucediendo.

La semana pasada, algunos periódicos traían sin mucho destaque la situación que centenares de miles de personas están viviendo en el norte de Irak. Los miembros del ejército Estado Islámico de Irak y Levante, grupo escindido de Al Qaeda porque la consideran “muy tibia”, ejecutaron a 500 miembros de la minoría yazidí después de apoderarse de la ciudad de Sinjar, a 50 kilómetros de la frontera con Siria. Los yazidíes profesan una religión politeísta muy particular, perseguidos debido a ello por musulmanes y no musulmanes, y viven refugiados en las montañas del lugar. Hoy, sus habitantes se encuentran cercados por los yihadistas del Estado Islámico (EI), sin alimentos, sin agua, sobreviven gracias a la ayuda humanitaria que Naciones Unidas les arroja en paracaídas.

El encargado de Derechos Humanos de Irak, Mohamed Shia al Sudani, informó que el grupo criminal de la secta suní se apoderó de 500 habitantes y los ejecutó de manera sanguinaria; muchos fueron quemados vivos, entre ellos mujeres y niños. Además, los milicianos suníes se apoderaron de 300 mujeres que serán utilizadas como esclavas sexuales. La población vive aterrorizada ya que los milicianos amenazan con matar a todos los que no se conviertan al Islam, abandonando una religión que llevan practicando durante siglos. Estas incursiones han provocado un éxodo de unas 600.000 personas que buscan refugio en zonas donde puedan encontrar la seguridad que no encuentran en sus tierras de origen.

Al mismo tiempo, el periódico digital de Siria, “Liveleak” en su edición también de la semana pasada, ha colgado un video de dos o tres minutos y del que solo soporté ver la mitad. Se informa allí que 50 soldados sirios de la 417 División fueron emboscados por los yihadistas del EI en la provincia de Raga y nada más ser hechos prisioneros fueron ejecutados. El video recoge la forma en que fueron muertos: hay una verja con delgados barrotes de hierro que terminan en punta. Pues en cada una de ellas ha sido puesta una cabeza de los soldados asesinados mientras en la acera se ven los cuerpos decapitados de esas mismas víctimas.

En Irán, el embajador de la Autoridad Palestina ante el Gobierno del ayatola Jamenei, declaró que “La aniquilación de Israel ha comenzado y la nueva generación de Irán seguramente será testigo de nuestra victoria sobre Israel”. Para ello, pidió ayuda al Gobierno iraní, que es el que le suministra los misiles Fair-5 y aviones drones Ababil que utiliza Hamas contra Israel; por lo tanto, no son misiles artesanales como pretenden los defensores de este grupo terrorista. Si no causan el daño buscado, es gracias a un sofisticado sistema de defensa que permite calcular el recorrido del misil apenas es disparado y si se dirige a un lugar poblado, es interceptado y destruido. Días atrás, con motivo de un alto el fuego entre Hamas e Israel, la tregua fue rota por el grupo terrorista disparando 53 de estos misiles en pocas horas sobre territorio israelí.

Frente a este paisaje de destrucción irracional, de crueldad primitiva (conste que aseguran que el hombre primitivo nunca fue cruel), sería bueno preguntarle a quienes aspiran al título de “estadistas”, en qué pensaban y qué tipo de información manejaban cuando se decidieron a realizar una declaración tan desacertada. O, peor, tan peligrosa para nuestros intereses legítimos, para nuestra seguridad, para nuestra cultura, para nuestros valores, para nuestra civilización. Es difícil aceptar que, empujados por la ambición de poder, sean capaces de anteponerlo a todo, incluyéndonos a nosotros, los ciudadanos de a pie, los que los votamos, los que vamos a sus mítines, los que escuchamos sus discursos, los que los aplaudimos o los abucheamos; nosotros, en fin, que creemos que todavía vale la pena luchar por nuestras ideas de libertad, de igualdad, de respeto al otro sin importarnos cuál es su nombre, en qué idioma habla o a qué dios reza.

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* El texto de Jesús Ruiz Nestosa ha sido publicado originalmente len el diario ABC Color de Paraguay.

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