Que tire la primera piedra

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Que tire la primera piedra el gobiernista que se sienta libre de culpa de que muchachos inconformes lancen muchas piedras.

Que lance la primera piedra la autoridad que declara ser de izquierda y que ha olvidado que el último espacio que queda para los que no tienen espacio en ningún otro lado, está en las calles. Ese escenario que se llena, principalmente, de actores jóvenes que debutan en esas lides de choque, de enfrentamiento, de reclamo que suele llegar a la violencia, fruto de la represión, pero, sobre todo, de la indiferencia y desprecio que reciben de parte de quienes deberían escucharlos.
Las piedras causan daños.

Pero un daño mayor proviene de aquellos que, teniendo el poder, no miden el alcance de sus palabras cargadas de veneno y que lucen, a estas alturas, incomprensibles y desproporcionadas, cuando prácticamente lo tienen todo. Las piedras rompen vidrios, pero esas palabras rompen cualquier posibilidad de una convivencia civilizada con las personas que no están obligadas a coincidir en todo con sus mandatarios y tienen, además, el derecho a manifestar su desacuerdo. Y decírselo en sus caras.

Aquí no se permite esa posibilidad. A la Plaza Grande ya no puede llegar nadie que no porte una banderita verde y repita los coros que deben aprenderse al apuro. Las manifestaciones de oposición deben resignarse a lanzar sus proclamas lejos de los oídos de quienes deberían ser los receptores de estos mensajes. Piden debate a quienes no comulgan con la revolución y cuando estos hablan son ignorados, tildados de insignificantes y objeto de burlas de un mal contador de chistes, ingenioso, eso sí, para la creación de nuevos impuestos que no provocan ninguna gracia.

Y así pretenden que los estudiantes, rebeldes sin causa y eternos protagonistas de revueltas que parecen un sinsentido para los adultos, se queden sentaditos en sus aulas escuchando las nuevas doctrinas educativas que hablan de un tal Buen Vivir.

Que lance la primera piedra aquel que no haya tenido ganas de caer a pedradas a esos edificios que se llaman de justicia, pero siguen pariendo impunidad. Que lance una roca aquel que nunca haya refrenado sus impulsos de furia, fruto de su frustración diaria de no contar con un trabajo digno. Que tire una piedra enorme la mujer que no haya padecido una larga espera por una triste consulta médica.

No es que ser tirapiedra sea bueno, pero es mejor que tirar bala y eso lo deben saber algunos aliados de este gobierno. La protesta social no se deslegitima por los arranques violentos de unos muchachos que tienen ya la película bastante clara, como para que los subestimen diciendo que los están manipulando. Ni se aplaca metiendo a la cárcel por varios años a estos jóvenes juzgados como delincuentes, cuando en la terrible partidocracia eran castigados como contraventores.

Eso solo genera más rabia. Y los fundamentos de la protesta siguen intactos.

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