Pronto Pablo Palacio cumplirá 110 años

Santiago Carcelén Cornejo
Quito, Ecuador

Ha llegado a mis manos, gracias a la generosidad de Pablo Palacio Palacios, hijo del escritor Pablo Palacio,(1906-1947) un ejemplar del volumen de cuentos de «Un hombre muerto a puntapiés» y de la novela «Débora», publicados por primera vez en lengua portuguesa.

EDITORIAL ROCCO LTDA, con cuarenta años de existencia desde el año anterior, abrió una nueva línea dentro de su política editorial, denominada OTRA LÍGUA, (Otra lengua) y tiene como objetivo, presentar al lector brasilero, una colección de obras de autores latinoamericanos, más allá de los nombres consagrados por el Boom.

Julio Pimentel Pinto, afamado crítico literario brasilero, escribe a propósito de esta nueva línea editorial, un artículo en Folha de Sao Paulo -uno de los periódicos de mayor circulación nacional- este 9 de septiembre: “La ficción hispano-americana supera clichés”. Plantea que resulta saludable este esfuerzo, en tanto, “refleja una heterogeneidad de países y generaciones, evitando el cliché, de un ideal unívoco para el continente” que además hace olvidar que Borges, Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa, no fueron ni los primeros ni los últimos en escribir en y sobre América Latina. “No era posible pensar que territorio tan extenso y variado se uniese bajo un proyecto literario monolítico”.

Esta colección cuenta con ocho títulos publicados, cinco generaciones de escritores de seis nacionalidades distintas: un ecuatoriano, un uruguayo, un boliviano, una mexicana, un hondureño y tres argentinos. Todo esto revela, según Pimentel, más allá de las propuestas estéticas, otras dicciones, otras experiencias narrativas de una América Latina que puede ser muchas cosas, que se presenta locuaz y plural, y concluye:
“De la reunión algo anárquica de generaciones, nacionalidades, estilos y proyectos literarios propuesta por la colección, brota otra América, que, en verdad, es muchas Américas, un carrusel de ellas; un continente a la deriva, barco borracho, Y eso es bueno”.

En lo que se refiere a los cuentos de Pablo Palacio, en la pestaña de la portada se lee: “Esta edición viene a reparar una injusticia histórica con la obra de Pablo Palacio en Brasil… Pionera tanto en su aspecto formal cuanto temático, su narrativa se caracteriza por la inventiva tipográfica y por abordar temas anteriormente intocados por la ficción del continente, tales como el canibalismo, violencia urbana, locura, homosexualidad y brujería”. Lo califican a Palacio como un eslabón perdido entre la Antropofagia de Osvaldo de Andrade (1890-1954) y el modernismo de otros países de América Latina.

En cuanto a la lectura que se ha hecho y se sigue insistiendo, especialmente en Ecuador sobre el autor y su obra, la Editora propone una entrada diferente: “Su obra, durante mucho tiempo interpretada bajo la clave de la locura, ofrece ahora la oportunidad de ser leída como poética de lo insólito y de lo monstruoso y una radical experimentación con el lenguaje que arranca al lector de su estado de conformismo”.

Jorge Wolff, escritor y crítico literario, realiza una impecable traducción de Palacio al portugués, así como también, escribe un Epílogo, de extraordinaria factura de las obras editadas. En apenas cinco páginas, Wolff, no solo que logra reconstruir de manera diáfana al personaje Palacio, sino que además, realiza una disección de cirujano fino a los diez cuentos que hacen Un hombre muerto a puntapiés y Débora, la novela.

Con el título: Vida y muerte de un antropófago ecuatoriano, se sumerge y navega en la intrincada y compleja propuesta literaria de Palacio. La califica de sátira sintética, insolente, altamente poética, absolutamente personal e intransferible. Nos recuerda de su infancia llena de privaciones. Que más allá de ser hijo de madre soltera; que para la época era una afrenta, se torna en abogado exitoso, intelectual activo, militante político de izquierda y que con apenas 21 años, en 1927, con sus escritos, irrumpe, y para siempre, en el escenario literario ecuatoriano. Sin embargo, señala, y con razón, que su producción literaria, no tuvo lectores en Ecuador hasta mediados de la década de los sesenta del siglo pasado. Intenta una hipótesis: “No había lentes capaces de leer su realismo abierto, equívoco y caótico en un ambiente literario durante mucho tiempo dominado por el indigenismo y por el realismo social como vanguardia”. A ello, añadiría que el ocultamiento de Palacio, además, estuvo cargado de vergüenza ajena, propio de sociedades moralistas, al haber sido víctima, según quienes lo conocieron, de una “enfermedad misteriosa”, como la definiría Susan Sontag, la sífilis. Curiosamente, durante muchos años, cuando finalmente Palacio, sale a la luz, sus críticos, intentan entender la genialidad del autor a causas que devienen de su enfermedad o a un accidente que cuando tenía apenas tres años, sufrió en una quebrada, de la que salió vivo por milagro.

Esas miradas, extra literarias, poco o nada han aportado a la comprensión de sus escritos. Como bien señala Wolff: “Con una obra breve como su vida, Palacio trata lo real con un tono entre cruel y melancólico alrededor de temas escandalosos, sobre todo para inicios del siglo pasado, como la homosexualidad, el adulterio, la brujería y la antropofagia.

Wolff, rescata al escritor, al fabulador, al estilo tan personal de Palacio, para contar sus historias. Lo hace de una manera muy particular. Presenta primero los elementos que van a ayudar a configurar su relato y posteriormente desarrolla la historia. Así lo hace en Un hombre muerto a puntapiés y lo reitera en El antropófago. Con su método inductivo, antes que deductivo, que con sorna Palacio, se burla de sus maestros: “Cuando se sabe poco, es preciso inducir. Induzca, joven”.

Dueño de un estilo personal y único, Palacio, a pesar de sus largos silencios como escritor, en 1932, publicará su última obra literaria, La Vida del ahorcado, en la que reafirmará esa mirada mordaz y cruel sobre sus personajes y asevera, como ya lo hizo anteriormente sin medias palabras que: “el romance realista, engaña lastimosamente. Abstrae los hechos y deja el campo lleno de vacíos, les da una continuidad imposible, porque lo verídico, lo que se calla, no interesa a nadie”.

Wolff, insiste que Palacio en su propuesta literaria, no hace concesiones ni con su posibles lectores ni consigo mismo. “Todo para que sus personajes asuman de la manera más transparente posible, su condición de criaturas de lenguaje, seres de papel, fantasmas, espectros… Apelación constante y obstinada a una sátira de la calidad y corrección de las ‘historias bien contadas’.

Wolff, concluye su escrito, con una reflexión que vale la pena destacarla: “Más allá que haya sido marginado en su tiempo, su literatura mantiene una potencia inequívoca de crítica del presente que se deja ver a través de una serie de ficciones extremadamente sofisticadas en su vulgaridad vodevilesca”.

Qué importante, ahora que Palacio, en dos años más, cumplirá 110 años, haya sido traducido al portugués. Eso se agradece a Editorial Rocco Ltda.

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