Naciones Unidas, (EFE).- Los altos niveles de violencia que sufren las mujeres en todo el mundo sólo terminarán cuando se ponga fin a la impunidad y se logre movilizar a los hombres en favor de la igualdad, aseguró hoy en una entrevista con Efe la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka.
«Puedes cerrar los ojos y decir cualquier sitio, y literalmente en todos habrá violencia contra las mujeres», señaló la diplomática sudafricana, que hoy presentó una gran campaña internacional para llamar la atención sobre el problema.
La ONU quiere que los barrios de todo el mundo se vistan de color naranja durante las próximas dos semanas, en un mensaje de solidaridad con las víctimas, pero también de esperanza.
«Es un color brillante, queremos que este sea un esfuerzo visible por un futuro más luminoso para las mujeres y las niñas», dijo Mlambo-Ngcuka, que consideró vital que los hombres y niños se involucren en contra de los abusos sexuales y la violencia de género.
«Esta tiene que ser una responsabilidad compartida», defendió la responsable de la ONU en la víspera del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Mlambo-Ngcuka recordó que esa lucha debe empezar en los ámbitos más cercanos, como es el hogar.
«El hogar es el núcleo y, en teoría, un santuario, pero realmente es el lugar más violento. El 70 por ciento de la violencia ocurre en el hogar», recordó.
Esos abusos se registran también en las escuelas, en centros de trabajo o en el transporte público, llegando a registrarse casos de «mujeres violadas en hospitales, como pacientes, en la consulta del médico por su propio doctor», señaló.
«Simplemente la mujer no tiene un lugar donde esconderse», insistió Mlambo-Ngcuka.
Más que nuevas leyes, la ONU considera que la clave es implementar las ya existentes y avanzar en la eliminación de las barreras que frenan la igualdad, principalmente impulsando la educación de las niñas y respetando los derechos de la mujer en materia reproductiva.
«Una vez que una niña tiene un hijo demasiado pronto, eso es irreversible: ha dado luz a la siguiente generación de pobres y ella misma ha caído en la pobreza», defendió Mlambo-Ngcuka, para quien sin acceso a la salud reproductiva, todos los avances de los últimos años en el ámbito de la igualdad son en balde.
«Si las niñas siguen teniendo niños, si seguimos viendo matrimonios forzosos, entonces este progreso es una farsa», aseguró.
En ese sentido, subrayó la importancia de rechazar «la noción de que hay culturas y religiones que respaldan la violencia contra las mujeres».
«No hay ninguna religión que permita esa violencia. (…) Son mentes retorcidas las que divulgan eso», señaló.
Mlambo-Ngcuka criticó además la «impunidad» que existe ante los crímenes contra las mujeres y alertó, en especial, ante el empeoramiento de la situación de mujeres y niñas en zonas en conflicto.
«En una situación de conflicto violento, de naturaleza terrorista, el riesgo para las mujeres es aún más alto, porque no hay reglas», señaló.
Según subrayó, los criminales «matan y atacan de forma salvaje a los hombres, pero son aún más crueles con las mujeres», que se han convertido en un blanco «mucho más definido».
En estos casos, recordó, dos ámbitos vuelven a sufrir sobremanera: la educación y los derechos y la salud reproductiva, como muestran las atrocidades cometidas en los últimos meses en países como Nigeria e Irak.
El problema de la violencia contra la mujer, sin embargo, está también muy presente en las sociedades más desarrolladas.
Como ejemplo, la diplomática surafricana, apuntó al número de violaciones y abusos sexuales que se registran en las universidades de Estados Unidos y a la, a su juicio, deficiente respuesta que esas instituciones han dado.
«En Estados Unidos ser una estudiante en un campus es algo muy peligroso», dijo Mlambo-Ngcuka, que denunció que en la mayoría de los casos los agresores no son castigados, dando pie a la reincidencia.
Según datos de la ONU, una de cada tres mujeres sufren a lo largo de su vida violencia física o sexual, en la mayor parte de los casos, a manos de su pareja. EFE
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