Fin de año

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Mi abuelo, el doctor Alfonso Martínez Aragón, me contaba lo que sentía a medida que pasaba el tiempo, como una forma de prepararme ante la vida. Hace algunos años logré entender su motivación y desde entonces, comparto la misma práctica con mis hijos. En una de esas conversaciones, recuerdo que me contó que sentía que su vida había transcurrido muy rápido. Tenía ochenta y seis años de edad y una biografía abundante en experiencias. Para alguien como yo, que en esa época tenía treinta y un primaveras, fue una declaración difícil de creer. Pero hoy, a mis cuarenta y ocho, veo cómo también la existencia terrenal se me escapa; mientras envejezco junto a quienes han sido mis compañeros de viaje. El tiempo se ha tornado un concepto relativo. En cuarenta años más tendré la edad en la que mi amado abuelo falleció. No importa la cantidad de ejercicio que haga o cuánto tiempo esté despierto, la vida se me va.

Así llego al final del año 2014. Junto con las reflexiones de aquellos ancestros que cuidan mis pasos. Con la certeza de que mi familia es lo más importante y que debo esforzarme por hacer lo mejor por quienes me rodean. Compartiendo mi experiencia con los más jóvenes para tratar de lograr un mundo mejor. Mezclando sus ideas con las mías. Aprendiendo de mis errores. Tratando de defender la libertad, para que vivamos una vida plena. Buscando fomentar la competitividad.

Por todo eso, agradezco que haya leído mi columna durante el año que fenece. Esta interacción es un nexo especial que conecta nuestros espíritus. Enfrentemos el 2015 con la mejor de las energías. Le deseo unas felices fiestas y un afortunado año nuevo en compañía de las personas que más quiere. Salud, paz, amor y dinero es lo que anhelo para todos.

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