Luis Magrinyà: «Hasta los mejores escritores cometen fallos de estilo»

Escritor español Luis Magrinyà. Foto de www.conoceralautor.com

Madrid, 15 abr (EFE).- Filólogo, editor, traductor y escritor español, Luis Magrinyà siente pasión por la lengua y la literatura desde niño, y fruto de ese interés es el libro «Estilo rico, estilo pobre», un ameno conjunto de recetas con las que invita a «pensar la lengua» para no cometer fallos innecesarios.

«Todos los escritores, incluso los mejores, cometen fallos de estilo y caen a veces en lo rebuscado y pretencioso», aseguró hoy Magrinyà en una entrevista con Efe, con motivo de la publicación por Debate de este libro que no es un manual de estilo al uso ni está lleno de normas y prescripciones.

Las soluciones que propone Magrinyà (Palma de Mallorca, 1960) son siempre «muy normales» porque el buen estilo debe «ser natural».

Como dice en el prólogo José Antonio Pascual, vicedirector de la Real Academia Española, Magrinyà fue cocinero antes que fraile, dado que trabajó nueve años como lexicógrafo en la RAE, en la XXII edición del Diccionario, y, por tanto, sabe de qué habla cuando aconseja prescindir de ciertos tics a la hora de escribir.

Los mayores peligros, sostiene Magrinyá, están en «el estilo pretencioso y pedante» porque «parte de un ideario, de una actitud», mientras que «el estilo ‘pobre’, ramplón, parte de una limitación, de la pereza, de la falta de reflexión».

El humor y la ironía impregnan este libro, en el que Magrinyà reúne los artículos que escribió para el periódico digital El Diario y la edición digital de El País, aunque los ordena por temas y les añade una introducción.

«Es un libro de experiencias», perteneciente al género de «librillo de maestrillo», comenta.

«Pensar la lengua es la primera condición del estilo», subraya Magrinyà, quien llama la atención sobre los sinónimos, causa de «variados estropicios».

Por ejemplo, en el caso de verbos tan frecuentes como «hacer» y «tener», escritores y periodistas tienden a sustituirlos por «realizar» y «poseer», pero no siempre de forma adecuada.

Hay novelas en las que aparecen expresiones como «realizar los deberes», «realizar cosquillas», «poseer ganas».

«Poseía un pequeño pene tonto y encogido», dice Almudena Grandes en «Las edades de Lulú». «Y todo por no decir ‘tener'», comenta Magriny, que cita a escritores de diferentes lenguas.

Entre los «verbos parlanchines», el autor destaca «decir», uno de los más reemplazados. Y da una lista interminable de verbos que se utilizan para evitar el socorrido «dijo».

«‘Dijo’ es la mayoría de las veces una solución más elocuente, honrada y discreta que, pongamos por caso, ‘arguyó’, ‘refirió’, ‘aseveró’ o ‘sostuvo'», afirma este escritor que desde 1995 dirige varias colecciones en Alba Editorial.

En ocasiones, señala Magrinyà, esa «ansiedad expresiva» lleva a asociaciones animales: «trinó Celeste» (José Donoso), «rugió el librero» (Ruiz Zafón), «ladró de vuelta el militar» (Isabel Allende).

Los verbos comodín, como «provocar» (en el sentido de causar) y «usar», revelan «una actitud muy desagradecida ante las posibilidades de la lengua», sostiene el autor de «Los aéreos».

El escritor, que cita en el libro fallos de estilo cometidos por él mismo, cree que en el lenguaje de las redes sociales «hay de todo, como en todas partes», pero no se puede generalizar y decir que internet «empobrece el idioma».

Y le encanta «el libertinaje» que se observa en el lenguaje de la gente joven en internet, «muy creativo y gracioso». EFE.

Más relacionadas