El mundo termina el 24M

Martina Vera

Martina Vera
Madrid, España

Mitin va mitin viene. Figuras políticas que recorren toda España en tiempo récord y asoman el pelo por sitios que jamás se molestaron en visitar. Primeras planas con declaraciones, ataques, e inclusive, relatos íntimos de un actor político y luego de otro. Afinidades repentinas entre partidos según lo dictaminan las circunstancias. Propuestas nuevas que no se contemplan en el plan de gobierno a medida que el debate público cambia de curso. En España todo sabe a campaña política días antes de las elecciones autonómicas del 24M.

La última semana de campaña es decisiva en esta ocasión. Todos los líderes lo saben y la exasperación les brota a flor de piel mientras redoblan esfuerzos electorales y cambian estrategias. Lo cierto es que deben convencer a un 30-45% de indecisos de optar por su partido, en un entorno que registra la mayor volatilidad de intención de voto de la historia, ante la irrupción de Podemos y Ciudadanos en el bipartidismo. En consecuencia, ni los propios expertos auguran el resultado de los comicios. Otros tampoco nos aventuramos a un pronóstico pero sí nos preocupamos por lo que sigue. ¿Qué beneficios y riesgos supone la volatilidad del voto que vive España tras los comicios? El mundo no termina el 24M.

El cambio legítimo viene de la calle

El panorama político actual en España no lo provocan los “nuevos” partidos, sino que lo canalizan. El cambio legítimo lo demandaron los ciudadanos que se tomaron las calles en protesta el 15 de Mayo del 2010 y continúan alzando la voz. El 15M reclamó un cambio en el sistema político bipartidista que acapara con facilidad los poderes y las instituciones del estado y que obliga a los ciudadanos a saldar las irresponsabilidades de la banca. Podemos (nuevo partido) se declara producto y resultado de aquel plantón. Ciudadanos (partido renovado), reivindica el liderazgo de los más jóvenes, que encajan con el perfil de quienes se tomaron las calles. Ambos, entran en la arena política porque así lo decide el electorado.

El efecto del pluripartidismo

Podemos y Ciudadanos agitan conciencias a tiempo en España. Llegan en el momento adecuado para hacerle la competencia al PSOE y al PP, golpeados por casos de corrupción severos. El electorado ahora cuenta con varias alternativas e incrementa su nivel de exigencia; se vuelve reacio a regalar el voto. Quizá eso contribuya a regular con mayor transparencia el andar de los partidos tradicionales.

Ciudadanos y Podemos también despiertan a un PSOE adormecido y reivindican debates a los que el PP no presta la importancia necesaria como lo son el acceso a la salud universal, el paro, los desahucios y la desigualdad. Es comprensible que ante un nuevo panorama político el votante de muestre dubitativo y volátil, pues debe descartar un nuevo abanico de alternativas.

¡El electorado puede ser volátil, los partidos no!

La volatilidad del voto en España pone en evidencia dos fenómenos. A uno de ellos, la revista “Cambio 16” le llama el Umbral de Rebeldía y se refiere a aquellos votantes que no son fieles a un partido y cambian de tendencia tan pronto como un porcentaje determinado lo haga. Dicha “carencia de lealtad” es más común en los partidos jóvenes. El segundo fenómeno apunta a los estados de ánimo del electorado, que alteran la intención de voto. Dichos estados de ánimo cambian conforme lo hacen los titulares de la prensa y trascenderán la decisión definitiva del 24M.

Aunque la volatilidad del voto preocupa, sus efectos no han de exacerbarse. Sin embargo, es necesario permanecer alertas al fenómeno cirquero por medio del cual los partidos cambian de máscara tan rápido como el electorado altera su opinión. Ese fenómeno golpea con mayor fuerza a partidos jóvenes, asunto comprensible, hasta cierto punto, para aquellos que aún definen su línea política, a pesar de que debían decantarla mucho antes de los comicios. La transparencia con que operan aquellos partidos, así como los valores con los que se identifican, se pondrán a prueba verdaderamente tras el 24M. La encrucijada que afrontan los electores en España es clara: votar a los partidos tradicionales con los que se sienten inconformes o aventurarse a nuevas alternativas, sin tener claro los valores con los que estas se identifican. Esas circunstancias pueden generar efectos adversos en los cuatro años que le suceden al 24M.

El gobierno que un partido quiere vs aquel que el elector reclama

Tras los comicios, se pone a prueba algo aún más importante que la tendencia por la que se decantan ciertos actores: la capacidad de gobernar con pluralismo, transparencia y eficiencia. ¿Dejarán los partidos sus diferencias políticas de lado para constituir el gobierno que España necesita y no el que sirve a sus intereses? La capacidad del país de superar su preocupante cifra de paro situada en 42.279 jóvenes (El Mundo, Abril 2015) y la brecha de desigualdad que dictamina que el 10% de los más favorecidos poseen el 50% de la riqueza (Mayo 2015, Informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), dependen de ello.

Una cosa queda clara: a pesar de que la política española depurará vicios en estas elecciones, es grave que los partidos nuevos cambien de rostro con la frecuencia con la que lo han hecho, pues su siguiente máscara podría ser muy similar a la de aquellos partidos que combaten.

Más relacionadas