La Casa de Bernarda Alba: el aire violento de una España partida en dos

La Casa de Bernarda Alba, una obra de Federico García Lorca puesta en escena en el Patio de Comedias. Foto de Miguel Molina para La República.

Quito.- Doña Bernarda Alba ha enviudado por segunda ocasión y ha decidido honrar a su difunto con un riguroso luto de ocho años. Sus cinco hijas deberán vestirse de negro y evitarán todo contacto con el mundo exterior. Su juventud, como jamás lo hubieran imaginado, transcurrirá detrás de las paredes de la casa.

Angustias, la única hija del primer matrimonio de Bernarda, tiene 39 años y está enamorada de Pepe Romano, un galán de tan solo 25 años que desea su fortuna y que desea a su hermana menor, Adela. 

Bernarda no sabe -o no quiere saber- que sus hijas han convertido su casa en un feroz campo de batalla y cada dormitorio es un cuartel desde el cual planifican sus estrategias de guerra. La manzana de la discordia es Pepe Romano, que se convierte en el prometido de Angustias. 

Considerada por muchos la obra maestra de Federico García Lorca como dramaturgo, La casa de Bernarda Alba es un acercamiento a la moral de esa España profunda, de principios del siglo XX, que seguía anquilosada a un tradicionalismo católico y conservador, el cual se sostenía gracias a un desfogue de violencia. Esa España que se parte en dos: una católica y reaccionaria, por un lado, y una republicana y socialista, por otro.

Lorca la escribió en 1936: el año en que militares sublevados al mando de Francisco Franco dan un golpe de Estado contra la República española y se inicia la Guerra Civil. Quizá por eso el aire que se respira en la obra es de enorme tensión pero, sobre todo, el conflicto entre el orden autoritario que Bernarda Alba impone a sus hijas y la irreverencia de su hija menor, Adela. 

Adela1Y es que Adela, que es la más joven de las hermanas, respira ese aire que inspiró los ideales republicanos de una España que quiso abrirse al mundo. Adela representa esa cruzada progresista que pretendió dejar atrás los sesgos y los dogmas del catolicismo para buscar su independencia y librarse de un sistema monárquico que protegía la acumulación de la riqueza en pocas manos, mientras el pueblo español sucumbía a la miseria. Por eso, el amor de Adela por Pepe Romano es, ante todo, un acto de voluntad. Adela encarna la idea de la mujer libre que asume las riendas de su destino, como la República con la que soñó el presidente Manuel Azaña.

Lorca, con horrenda lucidez, se adelantó a lo que sería el resultado de la Guerra Civil, que él mismo no llegaría a ver. Adela, desesperada ante la idea de que Bernarda ha disparado contra Pepe Romano decide quitarse la vida. Y así como el gobierno franquista pretendió ocultar los crímenes de la guerra, Bernarda ordena que se corra la voz de que su hija ha muerto virgen.

BernardaEl mismo Federico García Lorca encontró su trágico final poco después de la escritura de este drama, cuando el 18 de agosto de 1936 fue fusilado por el bando de los sublevados. La casa de Bernarda Alba es, además de la obra que lo consagra como uno de los grandes dramaturgos de la tradición occidental, su furiosa despedida de los escenarios y de la vida.

Es preciso señalar, sin embargo, que el texto elaborado por Lorca alcanza también una categoría universal al encarnar uno de los dramas morales más descarnados que ha debido asumir el ser humano desde el principio de los tiempos: la elección entre el amor y las obligaciones familiares, sostenidas en la tradición, la ideología y en la religión. ¿Hasta qué punto es inmoral el amor?

Bernarda 1En la piel de la prestigiosa actriz María Beatriz Vergara, la Bernarda de Lorca se presenta al público quiteño para recordarnos la vigencia inexpugnable de los grandes debates morales. La dirección está a cargo del dramaturgo español Jesús Cracio.

La temporada será corta: las próximas funciones son desde el 25 al 28 de junio, de jueves a sábado a las 20h30 y el domingo a las 18h30. En el Teatro Patio de Comedias, que se ubica en la 18 de Septiembre E4-26 y 9 de Octubre.

Como Poncia, la sirvienta, actúa Juana Guarderas. Como Angustias, Valentina Pacheco. En el papel de Adela, la hermana menor, está Sonia Valdez. Silvia Brito hace el papel de Martirio, Alejandra Albán el de Magdalena y Marilú Vaca el de Amelia. 

Se trata de una impecable puesta en escena que evoca, inevitablemente, el dominio luminoso de Federico García Lorca de la lengua castellana: «No os hagáis ilusiones de que vais a poder conmigo, ¡hasta que salga de está casa con los pies por delante mandaré en lo mío y en lo vuestro!» (I)

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Miguel Molina Díaz

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