Geraldine Chaplin: «Yo me veo como una burguesita convencional»

MADRID, 06/05/2015.- La actriz Oona Chaplin, hija de Geraldine Chaplin, durante la entrevista que ha concedido a la Agencia Efe con motivo del estreno esta semana de "El viaje más largo", un drama romántico basado en la novela de Nicholas Sparks donde comparte protagonismo con otro actor con la interpretación en las venas, Scott Eastwood, hijo de Clint. EFE/Fernando Alvarado

Madrid, (EFE).- Nómada del cine y heredera del más alto linaje cinematográfico, Geraldine Chaplin podría jactarse de una carrera atípica y sin fronteras que le sitúa como una mujer rebelde y extraordinaria en el imaginario del espectador, pero la actriz prefiere hablar de sí misma como «una burguesita convencional».

«Quizás lo no convencional de mi vida es la suerte increíble que he tenido, primero de nacer con este apellido y después de haber podido trabajar con quien he trabajado», afirma en una entrevista con Efe, con motivo de su nominación a los Premios Platino del cineiberoamericano.

Protagonista de las películas tempranas de Carlos Saura, que fue su pareja sentimental, como «Pippermint frappé», «Cría cuervos» o «La madriguera», la hija mayor de Charles Chaplin estuvo muchos años ausente del cine español, hasta que en el nuevo milenio fue rescatada por directores como Pedro Almodóvar, Juan Antonio Bayona o Saura hijo.

«Cuando Carlos Saura y yo rompimos sentimentalmente, pareció que España rompió conmigo también. Pero coincidía también una época, tras la muerte de Franco, en que todo el mundo quería hacer su película sobre la Guerra Civil, y yo, una extranjera, no encajaba», explica.

Chaplin (Santa Mónica, California, EE.UU., 1944) no perdió el tiempo, ya que rodó con directores como Jacques Rivette, Robert Altman, Alan Resnais o Martin Scorsese. En su currículum figuran más de 140 créditos como actriz, en distintos países y continentes, y no tiene intención de parar por el momento.

«Me gusta mucho este trabajo, es el estudio del ser humano. Cada vez que te ofrecen un papel tienes que preguntarte quién es, sus problemas. Es fascinante», afirma con un entusiasmo contagioso.

Entre sus próximos proyectos figuran «Ich und Kaminski», lo nuevo del director de «Goodbye Lenin», el alemán Wolfgang Becker; la producción canadiense «Seances», junto a Charlotte Rampling y Mathieu Amalric, o un pequeño papel en «Un monstruo viene a verme», de Juan Antonio Bayona, con quien ha trabajado en todos sus filmes.

«Él me decía: ‘Tienes que estar en esta película, porque me traes suerte, pero no hay papel’. Así que me propuso hacer el de una profesora de colegio china de 28 años, obviando estos detalles», explica con una sonrisa.

La producción por la que opta a los Premios Platino, cuya gala de entrega se celebrará el próximo 18 de julio en Marbella (sur de España), es la brasileña «Dólares de arena», dirigida por Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán, y en ella encarna a una francesa de avanzada edad que se enamora perdidamente de una prostituta dominicana.

«Habla de cómo el dinero no compra el amor, pero sí compra el poder soñar», resume. «La vieja puede soñar que es joven, y la dominicana puede soñar con un pasaporte a Europa y una vida mejor».

«Es una historia tratada con mucha elegancia, sin juicios, donde el espectador saca sus propias conclusiones», añade sobre el filme, basado en una novela autobiográfica de Jean-Noël Pancrazi.

A juicio de Chaplin, «Dólares de arena» es sólo un ejemplo del excelente momento creativo del cine iberoamericano. «Es impresionante lo que está pasando en todo el subcontinente», señala y cita entre sus favoritas de la cosecha reciente «Jauja», de Lisandro Alonso o «La tercera orilla», de Celina Murga.

«Lo que falta son productores», añade. «Ojalá estos premios lleguen a ser algo tan fuerte como el Óscar, y entonces, cuando una película sea premiada, vendrán enseguida los productores».

Volviendo a su carrera y su oficio, la protagonista de «Doctor Zhivago» recuerda que, entre las lecciones aprendidas de su padre, la más importante fue la disciplina.

«Mi padre era un ser ferozmente disciplinado. Las cosas no le venían fácilmente. Se levantaba por la mañana y cada día se enfrentaba al papel en blanco. Cuando rodaba, era el primero en plató y el último en irse, exigía la perfección», afirma.

Y si ella le dio un disgusto el día en que decidió dejar el ballet por la interpretación –«no recuerdo bien si me echó de casa o me fui yo», dice-, también a ella le dio un vuelco el corazón cuando su hija Oona («Game of Thrones», «The longest ride»), le anunció que quería seguir sus pasos.

«El único consejo que le di fue que, al ser una niña muy mimada, iba a tener que acostumbrarse a los rechazos, porque, si vas a cien ‘castings’ y te dicen sí en uno, eso es suerte. Los rechazos no te tienen que hundir, no puedes hacerte un caparazón porque tu instrumento es la sensibilidad». EFE

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