Indígenas zapatean hasta el cansancio en Cotacachi para festejar al sol

Indígenas bailan el 25 de junio de 2015, en Cotacachi (Ecuador). EFE/José Jácome

En Cotacachi, donde habitan comunidades indígenas rebeldes y alegres, la llegada del solsticio de verano da lugar a una fiesta en la que su gente zapatea hasta el cansancio para festejar al sol.

Se trata del Inti Raymi (Fiesta del Sol, en quichua), que se reproduce en todas las comunidades indígenas de la serranía ecuatoriana con distintas expresiones culturales.

En la de Cotacachi, los comuneros de distintas parroquias danzan al son de un «sanjuanito» (música rítmica antigua) alrededor de la plaza principal de la localidad, para intentar ocuparla y recuperar sus raíces.

Los bailarines están ataviados con zamarros (pantalones de cuero forrados con piel de oveja), grandes sombreros confeccionados por ellos mismos y crean una coreografía trepidante por el unísono zapateo de botas.

La comida y el licor se brinda en abundancia y refleja la cordialidad de la gente, aunque las peleas campales que se han armado por el choque entre grupos de danzantes, han hecho que haya heridos y hasta muertos en ediciones anteriores.

En este pueblo se cuenta que la celebración proviene de la época de la conquista española y que fue, en principio, una forma de resistencia cultural frente a la cruz impuesta por la religión católica.

«Es una fiesta nuestra, indígena, ancestral, en honor al ‘Taita Inti’, el Sol Padre, y hacemos este baile para festejar las cosechas que nos brinda la ‘Mama Pacha’, la Madre Tierra», indicó a Efe Pedro de la Cruz, un legislador oriundo de Cotacachi, que no se pierde por nada esta celebración en su comunidad.

El es uno de los que arenga a los danzantes a zapatear con fuerza, para que la «Madre Tierra» sienta el bailar de sus hijos que le agradecen por las cosechas.

«Somos la cultura del maíz» y en esta época las mazorcas ofrecen a la comunidad la posibilidad de la abundancia, por eso «se agradece a la Madre Tierra», añadió De la Cruz.

No sólo se preparan comidas con base en el maíz, también se elaboran platos con carne de cerdo, gallinas y cuyes (conejillos de indias), que cada familia ofrece en una gran mesa comunitaria (Pamba mesa), a la que todos acuden.

«Son comidas que nos da la Madre Tierra y en honor a eso hacemos el baile, como lo hacen los astros, en círculos», añadió De la Cruz al recordar que en los festejos «a veces hay peleas», pero que forman parte también de la tradición.

«Nosotros practicamos la solidaridad, la justicia y la interculturalidad», apostilló el líder indígena mientras tomaba un descanso de la zapateada.

De la Cruz, que es representante de su país al Parlamento Andino, aseguró que este tiempo, en el que el cambio climático domina el debate político internacional, es el momento para comprender que «hay que amar más a la Madre Tierra».

Quienes han estudiado este ritual consideran que la celebración de Cotacachi refleja también la «bravura» de las culturas indígenas que más se resistieron a la conquista y que con el tiempo se ha sometido al sincretismo con la religión católica.

Un ejemplo de esa entremezcla cultural está en la música, pues se usan pingullos (una especie de flautas) y tambores indígenas junto con armónicas y guitarras españolas.

Incluso las peleas que se suelen presentar durante las zapateadas, también obedecen a una leyenda ancestral que cuenta que los indígenas peleaban entre sí para demostrar su fortaleza en la defensa de la conquista española.

El gobierno de Cotacachi desde hace varios años ha emprendido una política para tratar de eliminar las peleas de los festejos, sin afectar la fiesta tradicional.

Para evitar cualquier conato de enfrentamiento, también la Policía despliega un gran contingente de efectivos que persuaden a los danzantes para impedir hechos violentos.

La fiesta, que se inicia el 25 de junio, se extiende hasta el día 30, en una celebración que cada vez llama la atención de turistas extranjeros, seducidos por el pegajoso ritmo del sanjuanito. EFE (I)

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