La encrucijada del Partido Laborista

Rhys Davies
Quito, Ecuador

Tras el resultado devastador para los Laboristas en las últimas elecciones generales del Reino Unido, el Partido se encuentra dividido y enfrenta una crisis de identidad. Las razones del colapso en la elección fueron varias: la aniquilación del partido laborista en Escocia- su corazón industrial y obrero-, a causa del aumento del nacionalismo escocés y de su brazo político, el Partido Nacional Escocés;  el nacionalismo inglés que favorecía a los Conservadores y otros partidos de derecha; una política fiscal que no se diferenciaba mucho de la de los Conservadores;  y la falta de credibilidad económica y de un mensaje claro y comprensible para el electorado.

Ahora, a dos meses de las elecciones, el Partido Laborista debe elegir a su nuevo líder, uno capaz de devolverlo al poder en 2020 y evitar que pase las próximas décadas -como entre 1979 a 1997 con los gobiernos de Margaret Thatcher y John Major- en el desierto político. Entonces, muchos militantes del Partido Laborista están de acuerdo en que un cambio importante es necesario, ¿pero en qué dirección?

¿Se debería dar un paso más hacia sus raíces de izquierda y abandonar por completo el experimento de blairismo que tuvo tanto éxito electoral, pero que sigue causando antipatía entre los simpatizantes del ala más izquierdista del partido? ¿O se deberían revigorizar los aspectos positivos de la tercera vía y reconectar con el sector empresarial y reconquistar el centro de la política británica? ¿O, finalmente, se debería mantener la misma línea izquierdista del ex lider Ed Milliband, pero con algunas modificaciones, como opinan algunos de los militantes?

Estas son, sin duda, las preguntas que los militantes del Partido Laborista estarían haciéndose antes de escoger a su nuevo líder, cuando culmine la campaña de las elecciones primarias el 12 de septiembre de este año. Y con este propósito el partido ha anunciado cuatro candidatos: Andy Burnham, Jeremy Corbyn, Liz Kendall y Yvette Cooper. Hay una variedad de opciones, pero lastimosamente solo uno de estos candidatos es capaz de ganar las elecciones generales y evitar que el Partido Laborista deje de ser un partido relevante en el paisaje político británico.

De estos cuatro candidatos, Andy Burnham e Yvette Cooper son las opciones de la continuidad. Los dos fueron ministros del gobierno en la sombra de Ed Milliband. De hecho, Yvette Cooper es esposa de Ed Balls, ex ministro de economía en la sombra. Andy Burnham, en cambio, se postuló también en la última campaña para ser líder del partido en 2010, y es muy cercano a las propuestas fracasadas de Ed Milliband. A pesar de no representar un cambio radical, Burnham y Cooper siguen teniendo mucho apoyo dentro del partido por sus políticas de izquierda.

Los otros dos candidatos son los que realmente ofrecen algo diferente.

Jeremy Corbyn significaría un giro abismal a la izquierda tradicional. Es anti-capitalista y anti-austeridad. Hace alabanzas a las políticas de Hugo Chávez, y cree que el Reino Unido debería convertirse en una república. Corbyn tiene el apoyo del sindicato más poderoso de Inglaterra, Unite, y con este respaldo sus posibilidades de ganar están en aumento. De los cuatro candidatos tal vez sea el único que podría tentar a los votantes escoces, históricamente más de izquierda, de volver a elegir a los Laboristas en 2020.

Liz Kendall, en cambio, significaría la renovación que el partido necesita para poder ganar las próximas elecciones. Es pro-business y cree en la importancia de la responsabilidad fiscal. Kendall es capaz de reestructurar el partido para recapturar a los votantes indecisos que se inclinaron por los Conservadores en la última elección, como lo hizo Blair en 1997.

Esa es la encrucijada del partido en 2015: Ser fiel a sus orígenes de izquierda con el riesgo de quedarse fuera del poder en el futuro próximo, o moverse hacia el centro y acercarse más a los conservadores, convirtiéndose así en posibilidad de gobierno en 2020. Sin embargo, debido a las antipatías dentro del partido hacia las políticas económicas de los años de Tony Blair, y sin hablar de la fracasada guerra en Irak, el partido va a apostar a lo seguro y elegirá a un líder de tendencias más izquierdistas. Es por eso que el pronóstico para el futuro de los laboristas es sombrío. Si la ceguera les impide a los militantes elegir a Liz Kendall, el partido podría desaparecer de la escena política por una generación, o tal vez por mucho más tiempo.

Más relacionadas