Obama fortalece su legado y encara nuevos retos tras el acuerdo con Irán

El presidente de EE.UU., Barack Obama, puede decir que ha fortalecido su legado con el acuerdo alcanzado hoy sobre el programa nuclear iraní, pero lejos de dormirse en los laureles, el mandatario debe afrontar ahora una cruda batalla en el Congreso y múltiples interrogantes sobre el futuro de Oriente Medio.

Junto al acercamiento a Cuba, el acuerdo nuclear con Irán promete convertirse en el otro gran pilar del legado en política exterior de Obama, y quizá en la reivindicación más tangible del premio Nobel de la Paz que ganó en 2009, cuando acababa de comenzar su presidencia y sus logros eran más retóricos que prácticos.

«Hoy hemos abierto un nuevo capítulo en nuestra búsqueda de un mundo más seguro y más lleno de esperanza», afirmó hoy un triunfal Obama desde la Casa Blanca.

Lejos de dar paso a la calma, se espera que ese nuevo capítulo agudice las tensiones que se han generado en Washington y en parte de Oriente Medio durante los dos últimos años de negociaciones con Irán, al menos a lo largo de los próximos meses.

El Congreso estadounidense tiene 60 días para revisar el acuerdo alcanzado en Viena y a continuación podría votar, previsiblemente en septiembre, sobre si aprueba o no el acuerdo.

Los líderes republicanos, que controlan ambas cámaras del Congreso, han criticado duramente el acuerdo con Irán, pero Obama ha advertido que vetará cualquier proyecto de ley que obstaculice la implementación del pacto.

La oposición requeriría una mayoría de dos tercios para invalidar el veto de Obama, pero parece «poco probable» que puedan lograr ese objetivo, según indicó Suzanne Maloney, experta en Irán en el centro de estudios Brookings, en la web de esa institución.

No obstante, la cuestión de si el Congreso tratará o no de torpedear el pacto nuclear «acentuará la incertidumbre durante los cruciales primeros días del acuerdo, cuando será más vulnerable a posibles reconsideraciones o subversiones», opinó Maloney.

Obama tiene previsto telefonear a varios líderes del Congreso y organizar largas sesiones informativas para explicar el contenido del acuerdo a los legisladores, y tendrá que aplicar el mismo método para «vender» el pacto a dos de sus aliados clave, Israel y Arabia Saudí, profundamente escépticos al respecto.

«El reparto de personajes en el acuerdo con Irán incluye un Congreso lleno de sospechas, aliados furiosos, en especial Israel, y un presidente que genera polarización», resumió Aaron David Miller, experto en Oriente Medio en el centro Woodrow Wilson.

«El acuerdo tiene que pasar aún por un debate en el Congreso, interpretaciones conflictivas de asuntos clave y un largo proceso de implementación probablemente lleno de obstáculos», añadió Miller en la página web de su centro de estudios.

A largo plazo, el acuerdo enfrenta además el interrogante de si el próximo presidente de Estados Unidos lo respetará. Varios de los aspirantes republicanos a la Casa Blanca en las elecciones de 2016, como Jeb Bush y Marco Rubio, han rechazado rotundamente el pacto.

«Las negociaciones tendrán mucho peso en las evaluaciones sobre los logros de Obama y su doctrina en política exterior, y por eso mismo serán tan significativas para que quienes aspiran a sucederle definan sus propios enfoques» y en el caso de los republicanos, tracen un claro contraste con él, según Maloney.

Mientras tanto, el Gobierno de Obama debe plantearse la cuestión de cómo relacionarse a partir de ahora con Irán, una vez suavizado el factor que más tensión ha generado entre ambos países a lo largo de la última década.

Obama dijo hoy que el acuerdo puede permitir avanzar en una nueva dirección con Irán, con el que Estados Unidos no tiene relaciones diplomáticas desde 1980, pero condicionó ese cambio a que el Gobierno iraní apueste por la «tolerancia» y deje atrás las «ideologías rígidas».

La Casa Blanca ha subrayado que las diferencias entre ambos países son aún muy profundas y no parece dispuesta a iniciar con el régimen de los ayatolás un proceso de normalización de relaciones como el impulsado con Cuba.

En ese camino se interponen las suspicacias de EE.UU. sobre el apoyo que Irán ha proporcionado al régimen de Bachar Al Asad en la guerra civil siria o al grupo chií libanés Hizbulá.

En ese sentido, la pelota está en el campo de Irán, que podría o bien «endurecer su comportamiento para demostrar que no tiene intenciones de convertirse en un peón de EEUU» o «presentar una imagen más cooperativa para lograr más apoyo» de la comunidad internacional, algo que parece «menos probable», según Miller.

«Lo que Irán haga con los estadounidenses que mantiene detenidos será una primera prueba», pronosticó ese experto.

El mismo mensaje envió hoy el Gobierno de Obama, al pedir a Irán que haga «un gesto humanitario» y libere al pastor Saeed Abedini, el periodista del diario The Washington Post Jason Rezaian y al exmilitar Amir Hekmatí, todos ellos detenidos en el país persa. EFE [I]

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