El síndrome Moctezuma

Carlos Arcos Cabrera
Quito, Ecuador

Moctezuma estaba convencido de que los españoles eran dioses y que su presencia era la confirmación de viejas leyendas. Sus consejeros confirmaban sus creencias. Los que le contradijeron, aquellos que sostenían que podían enfrentarlos y me imagino, vencerlos, fueron degollados. Quien quería conservar la cabeza sobre los hombros debía decir lo que Moctezuma quería escuchar. Ya sabemos lo que sucedió. La realidad negada termina por imponerse. Un reducido número de españoles conquistaron lo que después se conocería como América.

En Paranoia, la locura que hace la historia (FCE, 2013), Luigi Zoja recuerda como la creciente paranoia de Hitler, le llevaba a encerrarse cada vez más en torno a un círculo que le decía lo que quería escuchar. Stalin, desoyó las advertencias de los servicios de inteligencia sobre los preparativos de Alemania para invadir la URSS. Más de un agente perdió la vida en el intento de convencerle de la evidencia de un inminente ataque alemán. Stalin confiaba más en Hitler que es su propia gente. El costo para los soviéticos fue brutal.

El síndrome de Moctezuma aqueja a los gobiernos autoritarios en camino de convertirse en dictaduras, también a las democracias que han perdido legitimidad. Es una mezcla de omnipotencia, de la convicción de tener la verdad y de una inyección de miedo entre quienes lo rodean. Es un miedo de doble vía: a quien está en el torno, y el miedo a confronta a la realidad que fluye más allá del círculo del poder. El resultado es predecible: por, un lado la verdad verdadera, la de quien gobierna, se impone aún ante la evidencia y, por otro, el círculo de poder organiza una maquinaria que produce los discursos que el trono quiere escuchar. Es la forma más segura de continuar con la cabeza sobre los hombros y mantener los privilegios del poder.

Aquella maquinaria genera mensajes, discursos, imágenes que confirman la verdad verdadera, los sueños del amo e incluso, pues es una maquinaria perversa, alienta sus pesadillas y las confirma: los enemigos complotando, armándose, aprovechando la oscuridad de la noche para el asalto a los sagrados reductos del poder. La realidad real deja de existir, se construye una que confirme la paranoica verdad verdadera del amo.

La RC vive el síndrome de Moctezuma. El último capítulo es la rueda de molino que significa la defensa in extremis de la SENAIN, en la oscura relación con Hacking Team.  Lo más dramático es que quienes lo hacen, se la creen y esperan que el resto del mundo confirme sus creencias. La RC se ha esmerado en la construcción jurídica e institucional de un Estado autoritario y lo ha conseguido. Una sola estrategia une la acción de la  SUPERCOM y SENAIN, la persecución a los periodistas y el espionaje a los opositores y a los ciudadanos que expresan su desacuerdo; una sola voluntad enlaza el férreo control del ejecutivo de los poderes del Estado, con la cárcel a estudiantes y la persecución a activistas ecologistas y anti mineros. Produce escalofrío saber que en las dependencias del SENAIN opera un equipo permanente de la Fiscalía para autorizar el espionaje y garantizar la impunidad de los espías.

La RC ha sido exitosa en el montaje de un Estado autoritario en transición a una dictadura si, finalmente, impone la reelección indefinida. Pero ha fracasado en hacernos creer que existe una única verdad, una realidad coloreada al estilo del poder.

América Latina, desde el Sur hasta el Caribe, es testigo de la rapidez y la facilidad con la que se montan Estados autoritarios, de derechas o de izquierdas y cuán difícil es desmontarlos a través de procedimientos democráticos, que son los únicos por los que la ciudadanía debe optar.

No llame la atención que en el futuro, la casa de la SENAIN se convierta en el equivalente de la Villa Grimaldi o de la Escuela de Mecánica de las dictaduras del Sur, o en aquel lugar llamado Casablanca, donde Felipe Sabogal, pasa sus últimas horas como invitado involuntario del poder.

Más relacionadas