Rhys Davies
Quito, Ecuador
Paseando por el Museo Nacional de Derechos Civiles en Memphis, como lo hice hace exactamente un año, parecía que la opresión y el abuso que han sufrido los afroamericanos durante la esclavitud, la Reconstrucción y el periodo de las leyes de Jim Crow eran cosas del pasado y que, pese a las desigualdades que todavía existen entre blancos, negros y otras minorías raciales, los Estados Unidos había superado los peores momentos de segregación y discriminación, y que se estaba convirtiendo en un estado post-racial rápidamente. Sin embargo, los recientes casos de brutalidad y fuerza excesiva protagonizados por la policía norteamericana hacia los afroamericanos , como el último caso de Sandra Bland, nos recuerdan crudamente que, a pesar de los grandes avances en estos temas, el racismo institucionalizado de los años sesenta sigue todavía muy latente hoy en día.
El caso de Sandra Bland, una nativa de Illinois, es realmente traumático. Ésta joven afroamericana fue detenida por la policía de tránsito en Texas por olvidarse de usar las luces direccionales al cambiar de carril y, tres días después, fue encontrada muerta en su celda a causa de un supuesto suicidio. Lo más impactante del caso es el video del patrullero que muestra como el policía, Brian Encinia, se molesta porque Bland se niega a serle sumisa y adoptar una actitud exageradamente deferente. El conflicto escala de una situación común y rutinaria entre la policía y una ciudadana a una amenaza con una pistola eléctrica y arresto. Para mí es evidente en el video que el oficial de policía simplemente buscaba el enfrentamiento porque no pudo dominar a Bland. No se sabe con exactitud si este caso en particular se trata de un tema racial, es difícil decirlo; sin embargo, parecería que es otro de los tantos casos de abuso de poder que involucra a agentes policiales blancos y afroamericanos.
El abuso de Bland se añade a una larga lista de atropellos por parte de la policía norteamericana, que, desde el año pasado, han sido documentados en video. En julio pasado, por ejemplo, Eric Garner fue asfixiado por un policía en Staten Island y murió a causa del incidente. Otro caso es de Walter L Scott quien, a pesar de no estar armado, fue asesinado por un agente policial en abril de este año. También en junio de este año el policía Eric Casebolt fue filmado utilizando fuerza desmedida contra una adolescente fuera de una fiesta y apuntando una pistola a sus amigos que quisieron defenderla. Tampoco se puede olvidar de la muerte de Michael Brown, quien fue abatido a tiros por un policía blanco. El homicidio fue la gota que derramó el vaso en la ciudad de Ferguson, Missouri en agosto de 2014, con manifestaciones y enfrentamientos violentos entre ciudadanos y la policía.
Dada la cantidad de estos casos es notorio que hay un patrón de violencia y agresión excesiva que se repite por parte de la policía, que está humillando y deshumanizando a los afroamericanos. Todo radica, seguramente, en una cultura de racismo institucionalizado en la policía. Este racismo arraigado tiene una percepción negativa acerca de los negros, y este prejuicio está empeorando el trato discriminatorio y llevando a los abusos por parte de los agentes policiales y, en varios casos lo que es peor, a la impunidad de sus acciones.
A raíz de los últimos acontecimientos ha surgido un nuevo movimiento de derechos civiles llamado blacklivesmatter (las vidas de los negros importan), que empezó como un hashtag en Twitter. Este nuevo movimiento es una de muchas iniciativas y proyectos interesantes que intentan poner en evidencia las conductas racistas de la policía. Por ejemplo, The National Police Violence Map, una investigación innovadora, está levantando datos actualizados acerca de la violencia a la que la gente de raza negra está sometida por parte de las fuerzas del orden. La discriminación y los atropellos están recibiendo cada vez más atención mediática, especialmente en las redes sociales, y la policía está bajo más escrutinio por su repudiable tratamiento a sospechosos afroamericanos.
Lo que espero, sin embargo, es que estos movimientos sirvan realmente para concientizar al público, y que los videos y la nueva visibilidad de los constantes abusos no se conviertan en formas de fácil entretenimiento o voyerismo que terminan, a final, desensibilizando a la población. Lo peor que puede pasar es que estas acciones se conviertan en una forma normal de actuar de la policía que simplemente hay que aceptar y aguantar. Veremos si blacklivesmatter y los nuevos movimientos sirven para acabar con el trato discriminatorio de los negros y de otras minorías en los Estados Unidos.
Rhys Davies está en Twitter como @rhysjd84