Los vocingleros de la ALBA

Alberto Molina

Alberto Molina
Quito, Ecuador

En el Ecuador salieron  a las calles multitudinarias manifestaciones para rechazar al régimen del economista Correa. En Quito se reúnen  en la avenida Shyris, convocados a través de las redes sociales, ciudadanos y ciudadanas (para estar en concordancia con el léxico de la llamada revolución ciudadana), de todas las edades y de toda condición social.

La avenida de los Shyris, se ha vuelto emblemática, al igual que la plaza Tahrir en el Cairo, capital de Egipto; en esa plaza se daban cita cientos de miles de ciudadanos convocados por las redes sociales, ahí se gestó la “Primavera árabe” que logró derrocar al dictador Hosni Mubarak, que había gobernado como déspota por 30 años y que estaba él y su entorno infestado hasta el tuétano por la corrupción.

Al igual que en Quito, en Guayaquil, una multitudinaria concentración convocada por el alcalde Jaime Nebot, llenó toda la avenida 9 de Octubre, en rechazo al gobierno de Correa, teniendo como divisa el grito “Guayaquil protesta”, en la misma tónica se manifestaron en las ciudades de Machala, Cuenca, Ambato, Esmeraldas, etc.

El ministro del Interior presentó una fantasiosa denuncia (seguramente en base a las investigaciones  de la Senain) que tras las manifestaciones se fraguaban planes conspirativos que preveían la toma violenta del Palacio de Carondelet, los aeropuertos de Quito y Guayaquil, las salidas fronterizas de Rumichaca (con Colombia) y de Huaquillas (con Perú); además, el uso de “palos con punta” en las manifestaciones para supuestamente romper los escudos de los policías, el uso de pintura para ser lanzada contra los protectores visuales de los cascos policiales a fin de anular la visibilidad y, finalmente, la utilización de pimienta con el fin de anular la acción de los perros y caballos de la policía.  Según la denuncia, quienes habían urdido dicho plan eran dos asambleístas, un militar en servicio pasivo y un dirigente político. Para quienes escuchamos la denuncia, sin duda era una denuncia descabellada, los “complotados” seguramente habrían contratado a los comandos israelitas que se tomaron el aeropuerto de Entebbe, de la ciudad de Kampala, capital de Uganda en 1976.

La denuncia, aparentemente era absurda, pero el mensaje no era para el Ecuador, era para el exterior; de inmediato, el gobierno de Correa recibió la solidaridad de los gobiernos de  Nicaragua, Bolivia, Cuba, Venezuela, miembros de esa organización perturbadora conocida con el acrónimo de Alba; de Unasur, Mercosur, etc. pidiendo que “cese la violencia” y rechazando las “movilizaciones desestabilizadoras de la oposición”.

¡Mis respetos a los goebbels criollos!

 

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