Madrid, (EFE).- La historia que narra Emiliano Monge en «Las tierras arrasadas» ocurre en México, pero la tragedia del tráfico de seres humanos, que de eso va su nueva novela, tiene otros escenarios en el mundo. De ahí que se sienta obligado a hacer visible lo que gobiernos y sociedades se empeñan en hacer invisible.
«Una de las obligaciones de la literatura – dice el escritor mexicano en una entrevista con Efe -, y así lo entiendo yo, es precisamente esa, que sea visible lo invisible». Por muy duro y desagradable que resulte «a nuestras vidas confortables».
Cada año, unos doscientos mil centroamericanos, ciudadanos de «patrias arrasadas», «gentes que no pueden ya esperar nada del cielo ni debieran esperar nada tampoco de esta tierra», cruzan México rumbo a la frontera con los Estados Unidos, que intentan cruzar ilegalmente.
Unos lo consiguen, pero muchos se quedan en el camino, víctimas de las mafias que trafican con su desesperación.
Capturados, secuestrados, esclavizados, vendidos a gentes sin escrúpulos, violados, mutilados, asesinados…, estos seres humanos «vueltos sombras» son víctimas de lo que Monge no duda en calificar como el holocausto del siglo XXI.
«Y no solo por las cifras», aclara quien está considerado uno de los escritores latinoamericanos jóvenes con más talento.
«Siento -dice- que lo que se preguntaban muchos alemanes después de la guerra, en el sentido de por qué nadie dijo nada sobre los campos de concentración y lo que ocurría en ellos, es muy probable que los mexicanos nos lo preguntemos dentro de diez o quince años en relación con los emigrantes centroamericanos. La sociedad mexicana, como la alemana de entonces, está ciega».
No hay, pues, interés por «encarar el problema». «Ni la sociedad ha sido capaz ni el gobierno ha querido que sea así. No solo el mexicano, tampoco los centroamericanos, porque para ellos el problema acaba cuando sus ciudadanos cruzan la frontera».
«Somos expertos -abunda- en exigir justicia para los emigrantes mexicanos en los Estados Unidos, pero a esos otros emigrantes, los que llegan desde El Salvador, Nicaragua, Honduras…, somos incapaces de verlos. Falta la capacidad para reconocer al otro».
«Las tierras arrasadas», según la editorial Random House, que ha puesto la novela en las librerías españolas, es una «road novel», una definición que no acaba de convencer a Monge.
Sí, la historia narrada transcurre en la carretera, pero en ella hay también una apasionada historia de amor, denuncia social y política, misterio y hasta pinceladas de terror psicológico.
«Es una novela muy actual y con una profunda carga psicológica», se limita a comentar su autor, padre de una galería de personajes, Epitafio, Estela, Mausoleo, Sepelio, Cementeria, Ausencia…, que se conducen por la vida como unos auténticos canallas.
Todos ellos acompañan al lector en ese descenso a los infiernos que supone la lectura de esta novela. «Un descenso que después no tiene ningún ascenso. Y ello, en parte, es lo que hace tan dura la novela, no sé si para el lector, pero sí para su escritura».
Monge (Ciudad de México, 1978), que acompaña la narración con fragmentos de «La Divina Comedia» de Dante, pensó, antes de sentarse a escribir «esta ficción sobre una realidad tremenda», dividir la novela en tres capítulos: infierno, purgatorio y paraíso.
Pero al meterse de lleno en la novela, y sobre todo a partir de leer numerosos testimonios de emigrantes víctimas de las mafias, algunos de los cuales han sido incluidos en el texto, Emiliano Monge, que en 2012 ganó el Premio Jaén de Novela con «El cielo árido», se dio cuenta de que «sólo había espacio para el infierno».
Es en ese momento de la conversación, y al referirse a las víctimas de este holocausto moderno, cuando Monge cita a la filósofa Hannah Arendt, que hablaba de víctimas que no tienen derecho ni a los derechos: «los condenados al abismo».
A Monge, lo que más le interesa de la escritura son las palabras, «lo que me hace gozar y sufrir durante el proceso es la lucha con el lenguaje», asegura. De ahí que reconozca que la lectura de «Las tierras arrasadas» exige un esfuerzo añadido de concentración.
«La literatura tiene que ser un reto, tanto para el lector como para el escritor», añade.
El mexicano habla de Donald Trump y su aspiración por convertirse en el candidato del Partido Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos con una batería de promesas que incluye la expulsión de inmigrantes y la construcción de un gran muro en la frontera con México. «No ha sido nunca una anécdota, sino un peligro real».
«Hoy en día, y lo sabe el Partido Republicano, y por ello ellos mismos están asustados (ante un posible triunfo de Trump), el voto latino decide en muchos distritos electorales. El voto latino y el negro».
Y sobre el «culebrón» que tan boquiabiertos tiene a mucha gente en todo el mundo, el protagonizado por el narco el Chapo Guzmán y la actriz Kate del Castillo, reconoce que puede dar para «muchas novelas. Sería la gran novela mexicana».
El asunto es «tan sencillo como que no existe la guerra contra el narcotráfico. Existe la guerra por el narcotráfico. No hay una guerra para acabar con él, sino para ver quién lo controla. Ello explica las entradas y salidas de la cárcel del Chapo». EFE
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