Monseñor Fausto Trávez: Una vida netamente de religiosidad

QUITO (ECUADOR) 06/07/2015.- El papa Francisco (d) es visto a su llegada hoy, lunes 6 de julio de 2015, junto al presidente de Ecuador Rafael Correa y el arzobispo de Quito, Fausto Trávez. EFE/Robert Puglla

Quito.- Entre los nombres de las autoridades de la Iglesia ecuatoriana, consta el no­mbre del Arzobispo Fausto Trávez, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Este personaje es conocido por su destacado trabajo en la comunidad religiosa y por ser primado del Ecuador. Pero lo que no se conoce de él es cómo llegó a la vida religiosa. La presente entrevista devela el lado desconocido de la vida del Arzobispo.

Ubicado en la Plaza Grande, en el centro de Quito, se encuentra El Palacio Arzobispal y en él, la oficina del Monseñor Fausto Trávez. Aunque el palacio es sobrio,  y la madera del piso rechina al caminar sobre él, la oficina del Arzobispo es, más bien, elegante. En las paredes del largo y amplio cuarto, lucen colgados cuadros religiosos, seguramente muy antiguos, por su apariencia desgastada. Los cuadros armonizan con algunos de los muebles antiguos y coloridos que se encuentran ubicados esparcidos en toda la oficina.

Monseñor Fausto Trávez nació en Toacazo, Provincia de Cotopaxi, el 18 de marzo de 1941. El padre del Arzobispo decidió mudarse de Cotopaxi a Quito para poder dar la mejor educación a sus hijos. “Mi papa pensaba que la mejor herencia para nosotros, sus hijos, es dar el estudio” dijo el Monseñor. Ingresó al Seminario Mayor de Quito, por elección propia, una vez terminada la escuela.

– Una pregunta era, pues, de rigor: ¿Por qué decidió entregar su vida a Dios y dedicarse a la vida religiosa? 

– Yo era niño y de mi madre aprendí a orar,  ella me decía más o menos este concepto, “El rezo es iniciativa del hombre, la oración es iniciativa de Dios,  cuando uno ama a alguien conversa con la persona que ama”, y yo decidí conversar con Dios. Cuando estaba en segundo grado tuve mi primera experiencia haciendo oración y hablando con Dios.  En quinto grado tuve la segunda experiencia de arrobamiento, de quedarme en que Dios me manda, de ahí yo sentí que Dios me llamaba.

– ¿Cómo y a quién le contó del llamado de Dios?

– Ante esto hay un detalle interesante, cuando era muy pequeño, el padre párroco nos visitaba y le decía a mi hermano mayor, Ángel, “el Angelito tiene vocación para ser sacerdote, hasta el nombre de Angelito tiene, mándenle al seminario” pero mi hermano quería ser médico. El padre también decía que yo era un diablo, un inquieto y chistoso y decía “este no tiene vocación” pero cuando yo tuve mi experiencia de oración yo sentía que Dios me llamaba pero no me atrevía decir a nadie hasta que le dije a mi mamá. También mi papá nos preguntaba que quieren ser de grandes y  yo le respondía: “sacerdote franciscano”, y él me decía “no mijito tú no tienes vocación” así que me dio quince días de plazo para pensar. En esos quince días me acerque al seminario a solicitar que me rebajen la pensión y cuando mi papá volvió a preguntarme que quería ser yo le respondí nuevamente: sacerdote. Mi papá me dijo “anda cuando te expulsen vuelve a la casa”. Él estaba seguro que me iban a expulsar, pero no sucedió.

– ¿Cómo fue su vida en el seminario? 

– Fue linda, claro que al inicio lloraba, porque yo era muy inquieto, las bromas se me salían en media clase y los padres me castigaban. Bueno, después salió lo que estaba en mí, era travieso, saltarín y me pusieron de apodo tarzán,  me llamaban fraitarzán. De esa manera yo estaba muy contento, que yo como tarzán estaba sirviendo a Dios. Lo que más quería era ir a la selva del Oriente y no me mandaron sino hasta los sesenta y dos años como obispo de Zamora.

Monseñor Fausto Trávez, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Foto de Archivo, La República.
Monseñor Fausto Trávez, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Foto de Archivo, La República.

– ¿Cómo cambió su vida el dedicarse a la vida religiosa?

– El cambio no sucedió al ingresar a la vida religiosa, más bien fue después, cuando me llegó el desarrollo y empecé a tener  atracción por el sexo puesto. Entonces yo empecé a dudar y pensé que no tenía vocación porque sentía atracción por las mujeres. Decidí  a hablar con el padre del seminario, él me dijo que eso era bueno, porque hay que ser normal.  El padre era bien viejito y decía “mira nosotros también sentimos atracción por las mujeres  y tenemos que luchar contra esos pensamientos”.  San Francisco decía: “cuarto de hora después de muerto todavía puedo tener malos pensamientos”

– ¿Ha pensado alguna vez que habría sido si no se hubiese dedicado a la vida religiosa? 

– No he pensado pero supongo que sería comerciante como lo son la mayoría de mis hermanos hubiera seguido la tradición de la familia o hubiese sido profesor. Di clases en la Universidad Católica de Ambato y en varios colegios, y eso me gustaba mucho.

– ¿Qué lo emociona?

– Lo que más me emociona después de la iglesia, es el Papa pues él, recalca bastante lo que es la familia, en que debemos cultivar la familia porque la familia está en crisis en problemas. Luego lo que más me ha gustado siempre es la Pastoral Juvenil para mí el joven es un ente de esperanza, es una persona que quiere justicia, que quiere libertad y tiene un gran compromiso.

– ¿A qué le tiene miedo?

– Tengo miedo a tener miedo y miedo  y a dejar de amar a Dios.  Cuando ocurría  alguna huelga o algo grave, me decían “¿Fausto no tienes miedo?”  y yo respondía que no, que lo más grave que me podía pasar es que me maten y no tenía  miedo porque quien está en paz con Dios no tiene miedo.

– ¿Qué lo  hace feliz en la vida?

– En mi tiempo no había vacaciones a la casa, pero cuando fui provincial, es decir que mandaba sobre los franciscanos del Ecuador, impusimos vacaciones. Eso me hace feliz poder pasar mis vacaciones con mi familia y, obviamente, me hace feliz la vida religiosa y llevar con responsabilidad el cargo de Arzobispo de Quito.

– ¿Cómo fue cuando lo eligieron de Arzobispo de Quito?

– Eso fue tremendo porque yo estaba de obispo en Zamora y como solo me quedaban doce años para ser Arzobispo yo dije  me quedo doce años aquí porque mis predecesores quedaron veinte años cada uno. Yo pensaba no tengo la edad porque me hicieron obispo a los sesenta y dos años y a ellos como a los cuarenta y cinco, cincuenta máximo y yo decía bueno aquí voy a morir. Cuando me dicen vaya a Babahoyo, ahí construimos diez iglesias, de ahí me mandaron a Quito y yo tuve miedo, Dios mío Quito es tan grande siempre da miedo y tuve que obedecer y  pensé si fracaso he puesto todo de mi parte, y no tengo miedo me he dado cuenta que Dios asiste y aquí estoy. (I)

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Por Gabriela Yépez Díaz

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