Incertidumbre

Sin embargo, los comerciantes son impedidos de cumplir un mejor rol en la economía. Las autoridades limitan su labor por varios motivos: por un lado, los que tienen algo de inventario piensan que si las salvaguardias se terminan de desmontar en el mes de junio, no deben importar hasta ese mes, porque tendrían un inventario costoso para vender. Los que agotaron sus existencias intentan calcular el riesgo de importar, mientras la espada del timbre cambiario pende sobre sus cabezas.

Los rojos del gobierno vibran creando inquietud entre los empresarios. Escupen al cielo sin ser conscientes de aquello. Todo esto hace que baje la recaudación tributaria con la que se pagan sus sueldos y se financia su elevado gasto improductivo.

Declaran que las importaciones son nocivas para el país, pero el Estado tampoco facilita las exportaciones. El Ecuador no firma, por razones ideológicas, acuerdos con los mercados con los que comerciamos y los que nos gustaría comerciar. Las naciones exportan para poder importar. El frente económico quiere que los competidores nacionales solamente le vendan al mercado local. Los comerciantes preferirían venderle al mundo. A miles de millones de personas, generando más empleo e ingresos tributarios.

El argumento esgrimido para implementar la doctrina proteccionista fue sustituir las importaciones. Producir todo aquí. Ningún país del mundo ha logrado eso. Ese modelo ya fracasó en Ecuador. El mundo fabrica solamente lo que es comercialmente conveniente y en ese caso, se requieren importar bienes de capital y materias primas que no tenemos aquí. Pero el gobierno también aplicó salvaguardias a esos rubros, encareciendo el precio final del producto elaborado en Ecuador hasta el punto que nadie está dispuesto a comprarlo. Eso ha logrado que perdamos competitividad en los mercados internacionales causando el decrecimiento de las exportaciones no petroleras.

El gobierno nacional es el principal importador de este país. Esa es la razón por la que las salvaguardias y el timbre cambiario, que es peor que las salvaguardias, no tienen sentido. Gracias a estas restricciones al libre comercio se han incrementado los precios sustancialmente, castigando el poder adquisitivo de todos los ecuatorianos (no solamente de los que comían salmón), reduciendo las ventas y ocasionando desempleo.

Hay que disminuir el excesivo gasto público improductivo, que es pagado con nuestros impuestos y es el origen de esta situación. Eliminemos todas las restricciones comerciales y firmemos la mayor cantidad de acuerdos comerciales posibles. Ese suscitaría confianza a los inversionistas. Terminemos con la incertidumbre y una vez más seremos testigos de cómo el comercio salva a los pueblos.

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