Louis C.K. y Paolo Sorrentino, los verdaderos narradores de la televisión actual

Estos bichos tan populares en diciembre y enero me parecen lo más obsceno que ha producido el periodismo digital. Especial mención merecen las listas de las mejores series del año, donde se han colado tristísimos especímenes como ‘The People Vs. O.J. Simpson’, ‘Stranger Things’ o ‘Westworld’.

Aunque por un lado hay que celebrar la apuesta de la televisión (o, históricamente, de HBO) por crear discursos que entren a competir con la literatura y el cine, la televisión de este año ya pasado sólo ha creado dos productos totalmente ignorados por el periodismo y que realmente logran construir una narración compleja y son dignos de ser vistos: el primero es la serie del comediante estadounidense Louis C.K. ‘Horace and Pete’ y el segundo es la serie del director italiano Paolo Sorrentino ‘The Young Pope’.

Más allá de los elementos bien manejados que hay en las series más aclamadas del año (como la decadencia del sistema jurídico estadounidense en ‘The People vs. O.J. Simpson’ o el homenaje al estado de paranoia de ‘Stranger Things’), son series que no ofrecen nada nuevo en su concepción, y cuya historia no da para más que una película. No es un ataque a las series, su debida existencia y consumo son un tema a parte, es sólo que son narraciones muy alejadas de un podio dedicado a lo mejor del año. A veces los premios se declaran desiertos. Louis C.K y Sorrentino, por su parte, han hecho una apuesta por traer elementos que nunca han sido vistos en la televisión actual, tal como hicieron autores como David Chase (‘The Sopranos’) o David Simon (‘The Wire’) en el nacimiento del fenómeno de las grandes series de la televisión de pago. En el caso de ‘Horace and Pete’, me refiero a integrar la teatralidad y la naturalidad trágica del cine de Mike Leigh para entender el presente estadounidense. En el caso de ‘The Young Pope’, hablo de apostar por el uso del lenguaje cinemático como centro narrador de una superproducción televisiva.

En teoría, uno de los grandes cambios de ‘The Sopranos’, ‘The Wire’, ‘Six Feet Under’ u ‘Oz’ fue traer el cine a la televisión. Y es cierto. Pero en el caso de ‘The Young Pope’, la serie se guía por una narrativa puramente cinemática, al estilo del neorrealismo italiano o del cine de Bergman. Sí, en ‘The Young Pope’ tenemos diálogos y tramas que mueven la maquinaria de la acción, pero el viaje interior de los personajes se desarrolla a través de las imágenes y deja un espacio abierto al espectador para hacer sus propias indagaciones. No es una serie cerrada, en donde se le da con una cucharita al espectador los sucesos, sino una narración donde nuestros propios sentimientos y vivencias nos guían a intentar entender las imágenes. Quien crea que Sorrentino simplemente busca estilizar y tratar de una manera “bella” el mundo del Vaticano, puede dedicarse a ver ‘Friends’ y ‘Game of Thrones’. Esta es una serie en donde se ofrece respeto y exigencia al espectador como participe de la narración, como elemento creador de la narración.

El caso de ‘Horace and Pete’ es distinto. Es una serie llena de sudor y pasión narrativa, dominada por la lógica propia del mundo que C.K. va creando en sus series. Al mejor estilo de los grandes escritores, C.K. va desarrollando su propio mundo, donde la tragedia presenciada por un bar lleno de bebedores diurnos, borrachos profesionales, se rige a través de la comicidad de su propia decadencia. Lleno de momentos para reír y llorar simultáneamente, ‘Horace and Pete’ nos hace ver los verdaderos Estados Unidos sin necesidad de ir a la Luisiana profunda. El propio Louis C.K. ha dicho que el punto de partida fue ‘Abigail’s Party’ del director inglés ganador de la Palma de Oro Mike Leigh. Según él, cuando vio la película dijo “yo quiero hacer algo así”. De allí probablemente que, quizás de forma indirecta a través del director inglés, ‘Horace and Pete’ se cuele junto a las obras de directores como Yasujiro Ozu, Federico Fellini o Aki Kaurismäki, donde uno de los principales leitmotiv es mostrar a la gente común y su sufrimiento. Louis C.K. es capaz de llevar el minimalismo trágico de estos autores a su propio mundo, donde la risa es un elemento catártico para comprendernos y mirar hacia dentro.

Mención aparte merece ‘Baskets’ (cuya segunda temporada comienza el próximo 19 de enero), creada también por Louis C.K. junto a Zach Galifianakis y Jonathan Krisel, sobre un payaso profesional interpretado por el mismo Galifianakis cuya carrera falla en París y vuelve a California para volverse payaso de rodeo. Pero no quiero convertir esto en otra lista, en un intento personal de canonizar, sino en una observación de que, con el tiempo, hemos visto que las grandes series son las que arriesgan no sólo en el mundo que nos intentan mostrar y en la complejidad de sus personajes, sino en su narrativa, en cómo se relacionan con el espectador. Y esto precisamente es lo que marca a una buena serie, a una buena novela, un buen poema, una buena película: su capacidad de hacernos descubrir una nueva realidad fuera y dentro de nosotros mismos a través de estrategias que nos incomodan, que nos exigen despertar, salir de las dinámicas pasivas del espectáculo y el consumo.

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