Inventando un nuevo juego

Nadie sabe cómo se juega más que yo que no doy ningún tipo de explicación. Comienza el juego y a medida que se desarrolla voy explicando cuáles son las reglas, de qué se trata el juego, cómo se deben mover las piezas, las que se hayan elegido y cuáles son las penas para las infracciones que realicen los diferentes jugadores. Yo, como conocedor de todas las reglas, estoy libre de cualquier tipo de sanción. ¿Hay alguien lo suficientemente tonto que se atreva a entrar en este juego donde, evidentemente, todo tiende a que los demás pierdan y solo gane la banca?

Palabra más, palabra menos, es lo que viene sucediendo en Venezuela desde que se inventó eso de la “revolución bolivariana” de la que acabamos de tener una definición muy precisa dada por el mismo Nicolás Maduro: “Si no conseguimos imponer la Revolución Bolivariana con votos, lo haremos con las armas”. En realidad ya lo están haciendo con grupos parapoliciales que disparan sin piedad contra pacíficos manifestantes que protestan por los abusos de su gobierno, lo que hace que la lista de muertos suba cada día más y se tienen ya cantidades capaces de helarle la sangre a cualquiera. Se calcula que en los últimos meses más de ochenta personas han muerto en la calle a causa de los disparos de encapuchados que se mueven, impunemente, en motocicletas.

Al mismo tiempo y para evitar cualquier intento de restarle legitimidad al gobierno de Maduro, a través de decretos del poder ejecutivo se sacan y ponen atribuciones a diferentes organismos del Estado, comenzando por el Poder Legislativo controlado por la oposición que fue desposeída de la mayor parte de sus atribuciones, neutralizándolo. Pero este traspaso de poderes, verdadera transmigración de una institución a otra, carece de toda estabilidad, ya que, según soplen los vientos a favor o en contra de Maduro, muy bien pueden cambiar de un día para otro.

Para no alargar más esta historia y seguir con complicadas explicaciones, la situación es exactamente igual a la del juego que ponía en el primer párrafo de este artículo: Maduro es el dueño del juego, él es quien lo controla, quien dicta las normas del juego que van cambiando constantemente de acuerdo a sus necesidades y siempre en contra de sus oponentes. Y esto no es, desde ningún punto de vista, la manera en que se juega en democracia donde las reglas son claras, de público conocimiento, al alcance de todos los entendimientos, y de aplicación obligatoria en todos los casos, sean ellos favorables o contrarios a los intereses de quien dirige el juego.

Todos los ojos del continente están puestos en Venezuela, que logra mantener una serie de complicidades con pequeños países del continente a través de una política extorsiva en la que el petróleo es la moneda de cambio. Apartando a estos pequeños países a los que se le suman Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba, Venezuela ha quedado completamente sola y aislada. Según desde qué ángulo se lo mire, esta situación favorece (o desfavorece) a Paraguay, mi país, porque pasa desapercibido, en el que el Poder Ejecutivo lleva adelante una política idéntica a la de Nicolás Maduro cambiando las leyes del juego de acuerdo a sus conveniencias, manejando la Constitución Nacional de manera tendenciosa para favorecer sus intereses y dejar fuera de juego a quienes no comparten sus ideas, sus preocupaciones, sus propósitos y sus negocios. Sobre todo esto último: sus negocios.

La gente se encuentra muy preocupada por la corrupción que impera en diferentes niveles del gobierno, los negocios a través de las obras públicas, el favoritismo a los amigos cercanos y a los parientes, etcétera. Pero se está dejando de lado otra corrupción mucho peor: la corrupción ética, la corrupción de los principios políticos que permiten el enriquecimiento inmoderado de quienes tienen el poder en las manos y no dudan en cometer los más descarados y terribles atropellos a la legalidad para seguir disfrutando de esos inmerecidos privilegios.

Si en realidad nos escandaliza la inmoralidad y la desfachatez de Nicolás Maduro y su forma de proceder en el gobierno de Venezuela defendiendo lo indefendible, es recomendable que nos detengamos a mirar a nuestro alrededor y pensar dos veces antes de emitir una opinión sobre aquello, porque los mecanismos que se han puesto en marcha son exactamente los mismos.

  • Jesús Ruiz Nestosa es periodista paraguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color de Paraguay.

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