La retirada

Acariciaba una despedida propia de un emperador. A él se lo aclamaría por todas las plazas y calles, a él se le cantarían odas de veneración e himnos de nostalgia. (El solipsismo de su mediocridad no le dejó ver que a los emperadores se los despide muertos, y no en vida). En su lugar, debió salir aparatosamente protegido y resguardado por decenas de policías y agentes de seguridad, encargados todos ellos de protegerlo de la ciudadanía. De una ciudadanía que luego de diez años de miserable dictadura se sentía con el derecho, y claro que tenía el derecho, de gritarle, aunque sea por una sola vez, y con todas sus fuerzas, que se largara, que se fuera, que ojalá nunca más regresara. Eso sí, para que la burbuja de su vanidad no sufra el mínimo resquiebro, y él siga creyendo bobamente que el país lo adora, sus esbirros financiaron un adiós propio de un año viejo. Un manojo de viudas lloronas y ahijados agradecidos le juraron amor eterno y lealtad permanente. Y hasta que al fin se fue. Sin pena, ni gloria.

Se fue dejando atrás a un país en la peor de las crisis económicas y morales que registra la historia. Una década de destrucción institucional como la que ha sufrido el Ecuador no se recupera así nomás. Los daños infligidos a una sociedad luego de años de insultos, odios y desgobierno no se superan con un par de tuits, con declaraciones cariñosas, o con promesas de buena conducta.

Gracias al desgobierno de la pasada década, el Ecuador es hoy catalogado por las organizaciones internacionales especializadas como una de las naciones más corruptas del mundo. El dictador se fue, es cierto, pero dejó atrás un sistema jurídico propio de una dictadura, así como una gavilla de asaltadores de camino incrustados en los pasillos del poder, con no otra misión que encubrirse los unos a los otros, por taparse todos los robos perpetrados desde el caso Odebrecht hasta la construcción de las hidroeléctricas, y los contratos a dedo.

¿Qué va a hacer el actual gobierno con respecto a ello? En situaciones similares, otros gobiernos (el de Ucrania, por ejemplo) han contratado a firmas internacionales especializadas en auditorías forenses para ubicar alrededor del mundo los fondos robados por políticos y funcionarios públicos. Cómo serán de sofisticadas las investigaciones de estas firmas auditoras que una de ellas, contratada por unos empresarios australianos interesados en invertir en una empresa ecuatoriana, detectó que esta empresa había venido dando coimas para un alto funcionario del gobierno, un tal Mr. Vidrio, situación que hizo que los australianos se retractaran de la inversión. Y como este caso hay muchos otros.

Pero ni eso, necesario como es, sería suficiente. La construcción del país es una tarea de todos, y ello pasa por la construcción colectiva de un nuevo andamiaje institucional que nos garantice que el régimen fascista, concentrador, y corrupto que tuvimos por diez años no vuelva más. (O)

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