Dunkerque, la única esperanza es sobrevivir

Luego se escuchó un murmullo complaciente que se prolongó hasta la salida. El cine no me había producido ese sentimiento de plenitud desde hace mucho tiempo. Pensé en las películas que he visto últimamente, en la abrumadora sucesión de efectos especiales (digitales) con los que Hollywood cautiva a su audiencia en estos tiempos. Películas que detrás de ese frenético poder visual, esconden la falta de ideas. Este maquillaje provoca un impacto tal en el espectador que finalmente termina perdonando lo simplista y efímero de las historias y los personajes.

Esto no ocurre con Dunkerque, la última película escrita y dirigida por el aclamado director británico Christopher Nolan quien vuelve a sorprendernos con su manejo de la cinematografía y su capacidad de asumir riesgos. Por primera vez en su carrera cuenta una historia basada en hechos reales y busca, coherentemente, trabajar la parte formal desde un tono realista. Situada en 1940, a inicios de la Segunda Guerra Mundial, nos aborda un hecho específico: la operación Dynamo que consistió en la evacuación más de 300.000 soldados británicos y franceses que se encontraban acorralados por las tropas nazis en la playa de la localidad francesa de Dunquerke.

Más allá del argumento, el mérito radica en cómo está contada esta historia. Fiel a su estilo, Nolan elaboró el guión dividiéndolo en tres puntos de vista que narran los acontecimientos en espacios y tiempos diferentes. Este juego un tanto borgiano en la estructura narrativa hace que el espectador ordene los elementos en su cabeza de tal modo que la película sucede tanto en la pantalla como en la mente del espectador.

No obstante, a diferencia de Memento, Inception o Interestelar, en Dunquerke, Nolan va más allá. Crea a sus personajes sin profundidad y evita diálogos que nos permitan generar empatías innecesarias. No se trata de una película de héroes sino que es el relato de un hecho concreto de la historia donde todo está en función de la acción principal que es la evacuación de los aliados. En consecuencia, el film se sostiene sobre la base de la espectacularidad visual y sonora. A lo largo de todo el metraje los personajes intentan escapar con vida bajo los constantes ataques de las balas, bombas y torpedos enemigos que estallan con fuerza en la pantalla. El poder de las imágenes rodadas en gran formato no permite que el suspenso ni el asombro se pierdan en ningún momento.

Vale la pena recordar que Christopher Nolan es un purista de la técnica cinematográfica razón por la cual utiliza lo menos posible las herramientas digitales. Toda esa avalancha visual fue grabada en su mayoría en la locación real donde tuvo lugar la batalla de Dunkerque, con miles de extras, barcos y aviones de verdad a los que adaptaron las enormes cámaras IMAX (70mm). En estas condiciones y proezas técnicas se hizo una película sobre la esperanza, espectacular e impactante acorde con las exigencias que ha impuesto el Hollywood de hoy pero sin traicionar los valores que hicieron del cine una expresión artística y una experiencia estética. No puedo evitar pensar que dentro del abanico de películas superficiales y efectistas, Dunkerque es una obra que genera la esperanza de que el lenguaje cinematográfico ha sobrevivido.

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