Chile: los dos proyectos detrás del aborto

Prohibido desde 1989, meses antes de que Pinochet dejara el gobierno de Chile, la ilegalidad del aborto era una de las últimas herencias de la dictadura. Y se había transformado en una de las últimas causas del gobierno de Michelle Bachelet.

Hoy, Chile es un país más democrático y menos castigador con las mujeres. Pero a pesar del triunfo de los movimientos sociales y de la presidenta Bachelet, el horizonte se ve oscuro. De cara a las elecciones de octubre, el candidato de Chile Vamos, Sebastián Piñera, es claro favorito en las encuestas y, de no ser por un milagro, será presidente del país hasta 2022.

El empresario Piñera, quien ya fue presidente entre el 2010 y el 2014, ha sido catalogado como inepto no solo por su contraparte, sino que también por medios internacionales como The Economist y el The New York Times. Con él, volverán al gobierno dos partidos políticos: Renovación Nacional, de derecha liberal, y la Unión Demócrata Independiente, UDI, partido de ultraderecha pinochetista y ultraconservador.

Los diputados que presentaron las demandas por inconstitucionalidad del proyecto representan a este sector. Mujeres como la senadora Jacqueline van Rysselberghe, quien además es presidenta del partido, y antes Ena von Baer, quien aseguró que las mujeres solo “prestan el cuerpo” a la hora de embarazarse, serán desde el próximo marzo quienes conformen el gobierno de Chile.

Y mientras el propio Piñera mostró su desacuerdo con la decisión del Tribunal Constitucional, van Rysselberghe aseguraba que la despenalización del aborto daría paso a una “fiesta de violadores”.

En Chile, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y del Ministerio de Salud, se realizan ilegal y clandestinamente al menos 20.000 abortos. Los más pesimistas aseguran que son 70.000. Mientras, las familias ricas del país hacen pasar abortos por apendicitis en las clínicas privadas. Famosa es la frase de la ex ministra de Salud, Helia Molina, quien aseguró en 2014 que “en todas las clínicas cuicas, muchas familias conservadoras han hecho abortar a sus hijas”. Un secreto a voces por primera vez hablado abiertamente.

Ambos contrastes reflejan no solo la hipocresía de un sector de la sociedad, sino que también las diferencias de visiones país de dos clases distintas y opuestas para dar solución no solo a un tema de derechos, sino que a un problema de salud pública. Mientras una aboga por la vida, la moralidad y las buenas costumbres para imponer su visión, la otra adhiere a los derechos humanos, la libertad de decidir y la democracia.

Estas dos visiones, contrapuestas, son las que estuvieron en disputa por el tema del aborto. Las que están en disputa por la educación gratuita y de calidad. Y las que el próximo octubre estarán en disputa en las urnas del país.

Lo cierto, por ahora, es que con esta nueva ley, pase lo que pase, hoy Chile es un poco más democrático. Y menos pinochetista.

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