El 2017, a la hoguera en Ecuador

Quito, (EFE).- Nadie se salva: políticos, deportistas, artistas, personajes de caricaturas y hasta familiares, todos representados en monigotes, alimentarán cientos de hogueras, que arderán a la medianoche de este 31 de diciembre en Ecuador donde la tradición manda recibir el año nuevo purificados y renovados.

Miles de monigotes confeccionados de cartón, otros más elaborados y encaramados en estructuras metálicas, así como unos menos agraciados rellenos de serrín o periódico, decoran desde hace varios días distintas aceras y parques en busca de compradores.

Hasta hoy lucen erguidos en aceras, esquinas o calles convertidas en improvisadas pasarelas. Mañana la historia cambia. Algunos ocuparán el centro de pequeñas covachas construidas a las afueras de las casas, en torno a las cuales se reúnen ciudadanos para pasar juntos, en medio de bailes y música, las últimas horas del año.

Otros monigotes agotan 2017 amarrados en la parte delantera de los coches, unos más en los cajones de las camionetas y otros en brazos de sus dueños, pero su destino, por más bonitos que sean, es el mismo: la hoguera.

Conocidos en Ecuador como «años viejos», los monigotes lucen carteles con frases de todo tipo, la mayoría jocosas, o relativas a los políticos. A su alrededor bailan sus «viudas», generalmente hombres con minifaldas y pronunciados escotes que, con llanto fingido, piden «caridad» para el «viejito» y reciben dinero.

El muñeco puede simbolizar a un hecho, como la corrupción, a un político, a algún súper héroe o a cada persona, como la abogada María Elena Cárdenas que, como todos los años, mañana quemará un monigote que la representa.

«Me quemo yo misma porque me gusta quemar los momentos feos, malos, quizá alguna enfermedad que pasó y lo hago de esta manera con el objeto de que el siguiente año sea próspero, diferente, se corrijan las cosas negativas», dice a Efe.

Maribel García, una vendedora de monigotes en Quito, comenta a Efe que este año los más solicitados han sido los que aluden al expresidente Rafael Correa y del vicepresidente sin funciones, Jorge Glas.

Miguel Arcos, un joven ingeniero comercial está entre los que quemará al muñeco que representa a Glas, sentenciado, en primera instancia, a seis años de prisión en medio de la trama de corrupción de Odebrecht: «Creo que se merece que lo quememos para no recordar esa faceta del país», explica a Efe.

Jenny Romero, que administra un hotel en Quito, comenta a Efe, que «quemaría» a los «corruptos (…) porque nos han perjudicado tanto, nos han hecho tanto daño como nación y han sido los gestores de que tengamos un desfase en la economía».

Y como nadie se salva, también hay monigotes que simbolizan al jefe de Estado, Lenín Moreno.

Precisamente, en la ciudad costera de Guayaquil, donde la tradición de los monigotes se ha convertido en arte, un «Moreno» de casi seis metros llama la atención de los paseantes que, gustosos, desembolsan un dólar a su dueño para fotografiarse con el muñeco.

Aunque se ha perdido con el tiempo, aún hay quienes poco antes de las doce campanadas que marcan el fin del año, leen el «testamento» que ha dejado el «año viejo», en el que a cada cual le toca lo suyo dependiendo de su carácter o de alguna situación acaecida en el año.

Además, la tradición manda a patear el monigote, castigarlo por los malos momentos, lanzar sobre él todo lo malo que ha ocurrido en el año para luego prenderlo en llamas a fin de que se pierda lo nocivo y llegue purificado el nuevo año.

No es raro ver a gente saltando sobre las llamas: unos por diversión y otros porque quieren simbolizar el paso al nuevo año, mientras a su alrededor abundan los abrazos y los deseos de prosperidad para los siguientes 365 días.

Pero no es todo: están las doce uvas, el brindis con champaña, las grandes cenas y oraciones que se suman a cábalas como el correr alrededor de la cuadra con una maleta y pasaporte en mano, para atraer los viajes en el nuevo año.

Unos más, cambian su ropa interior por amarilla o roja para «llamar» a la prosperidad o al amor, según la necesidad, y otros, sin cábalas, sin monigote y sin mucho ruido, reciben al nuevo año en la intimidad del hogar, con la certeza de que más que con suerte, la prosperidad se forja con el trabajo. EFE

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