Aunque incomprensible para muchos de sus votantes, este gesto está lejos de ser el único caso donde los socialcristianos han terminado favoreciendo las posiciones defendidas por el oficialismo.
La noche del 19 de febrero del 2017, cuando la mitad del país veía con horror la posibilidad de que no se produjera una segunda vuelta electoral; el líder del PSC, el alcalde Jaime Nebot, se regodeaba de los resultados alcanzados por su partido, que le permitían aumentar su número de asambleístas. Esto, a pesar de la baja votación obtenida por Cynthia Viteri, quién no tuvo jamás posibilidades reales de acceder a una segunda vuelta, y cuya candidatura presidencial constituyó una bendición para el oficialismo que veía con buenos ojos, cómo el PSC contribuía a dividir el voto de la oposición. Más aún, cuando la campaña socialcristiana se centró en atacar a Guillermo Lasso, y no a la candidatura de Lenín Moreno, a quien Nebot lo calificó como “amigo”.
Luego, mientras Nebot ofrecía convocar una marcha que nunca se dio, las movilizaciones ciudadanas espontáneas que rodearon los centros del CNE en todo el país, presionaron al ente electoral a reconocer los resultados que obligaron a acudir a una segunda vuelta. Pero ni la presión ciudadana, fue capaz de impedir los abusos cometidos por un régimen que se rehusó con uñas y dientes a dejar el poder que tantos beneficios le trajo a sus líderes, como lo han demostrado los casos de corrupción que recientemente se han destapado. Abusos que ocurrieron antes, durante y posterior a la elección. Ante las denuncias de fraude, las respuestas de Nebot y del PSC fueron unísonas: ¨que presenten las pruebas”. Como si el país entero no hubiera atestiguado la serie de irregularidades que marcaron al proceso; y que incluyeron entre otros, el escandaloso apagón informático, que sufrió la página web del CNE.
Las coincidencias entre el PSC y Alianza País, se acentuaron en la Asamblea y tuvieron su máxima expresión en la decisión de abstenerse en la elección del reemplazo de Jorge Glas, que terminó favoreciendo el triunfo de María Alejandra Vicuña. La actual vicepresidenta, una castrochavista confesa, no ha reparado en medios para defender a la dictadura venezolana en todo foro nacional e internacional al que ha sido invitada.
Pero la más reciente, es sin duda la más grave de las coincidencias. El país ha quedado consternado ante la difusión de un audio, en el que el Presidente de la Asamblea, José Serrano, conversaba con gran familiaridad con el prófugo ex contralor, Carlos Pólit, en el que usando un lenguaje propio de la mafia, hablaban de la necesidad de “bajarse” al Fiscal Baca Mancheno. Pero ni siquiera la admisión de la autenticidad del audio por parte del propio José Serrano, constituyó razón suficiente para que el bloque socialcristiano votara a favor de pedirle la renuncia. Al parecer, más preocupados en no otorgarle una victoria política a CREO (ponente de la moción), que en acatar lo que es claramente un clamor popular.
Resulta legítimo que los partidos políticos elijan con libertad a sus aliados con el objeto de dotar de estabilidad a los gobiernos. Esto es verdad, inclusive en los casos donde la ideología representa una distancia aparentemente insuperable, como sería el caso del Partido Social Cristiano y de Alianza País. Sin embargo, lo saludable para las democracias, es que estos acuerdos se hagan de manera transparente y de cara al país; y no disimulados detrás de caretas, que al final siempre se terminan cayendo.