Cómo noquar a un político

Sin embargo, por primera vez sentí que era posible cuando días atrás vi por televisión un debate público que se realizó en la localidad de Sunrise, estado norteamericano de la Florida, organizado por la cadena CNN. El tema: el control de la venta de armas en los Estados Unidos a raíz de la matanza en Florida que había ocurrido días antes en el instituto Marjory Stoneman Douglas de Parkland.

Estaba como invitado Marco Rubio, excandidato republicano a la Casa Blanca, de origen cubano y conocido por sus posturas conservadoras. También se encontraba Dana Loesch, representante de la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés) firme defensora del uso de armas por parte de la población civil. La NRA ha sido siempre un apoyo importante y firme del Partido Republicano. La lista se completaba con Ted Deutch y Bill Nelson, congresistas demócratas de Florida, y Scott Israel, jefe de policía de Broward.

Todo indicaba que el debate iba terminar siendo un ejercicio de catarsis para los jóvenes que habían sobrevivido a la matanza, que habían concurrido al debate acompañados por sus padres. Quienes así esperaban que fuese, debieron cambiar de opinión después de la participación de la estudiante Emma González, una de las sobrevivientes cuyo discurso se viralizó en las redes y hoy tiene casi un millón y medio de seguidores mientras en la NRA no pasa de los 600.000.

La estrella de la noche iba a ser Marco Rubio, candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el estado de Florida hasta que se puso de pie y tomó el micrófono un joven de 17 años, Cameron Casky, alumno del instituto donde se produjo la masacre de la que logró sobrevivir. Vestido de pantalón y camisa de mangas largas abotonadas era, en realidad, la encarnación de David frente a Goliat. Y disparó su honda: “Esto no va sobre republicanos y demócratas. Cualquiera con la voluntad de cambiar las cosas es alguien que necesitamos de nuestro lado. Esto es sobre gente que está dispuesta a cambiar las cosas para ayudarnos y personas que únicamente quieren dinero. Así que, senador Rubio, ¿puede decirme ahora mismo que no volverá a aceptar ni una sola donación de la Asociación Nacional del Rifle?”

La reacción de Rubio y la cara que puso fueron indescriptibles. Había sido puesto contra las cuerdas por un contrincante decidido a no dejarlo escapar. Ensayó varias respuestas evasivas, sin nombrar nunca a la Asociación del Rifle y mucho menos prometer que no recibiría nunca más alguna contribución del poderoso “lobby”. Ante tales gestos esquivos Cameron insistió: “En nombre de 17 personas muertas, ¿no puede pedir a la NRA que mantenga su dinero lejos de vuestra campaña?” Rubio busca escapar una vez más: “En nombre de esas 17 personas puedo prometer que apoyaré cualquier ley que evite que un asesino como este posea un arma.” Y Cameron contraataca: “No, pero estoy hablando del dinero de la NRA… De hecho creo que podríamos conseguir que la gente que está aquí donase tanto dinero como la NRA”.

A esta altura del debate, el público, de pie, aplaudía y vitoreaba al joven Cameron y abucheaba al veterano político que había terminado noqueado por un estudiante de secundaria apoyado nada más que por sus convicciones. Su actitud debe ser más valorada aun si se tiene presente el poderío económico de la NRA pues se calcula que en las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos, destinaron unos 50 millones de dólares a financiar la campaña republicana que está comprometida a apoyarlos frente a los demócratas que proponen leyes más estrictas para controlar la venta y uso de armas de fuego.

La actitud de Cameron Casky resulta esperanzadora no sólo en un mundo en el que las ideas políticas están en crisis, sino frente a mandatarios como Donald Trump que terminó insultando a esas 17 víctimas (y otras muchas más similares) diciendo que él hubiera enfrentado al que disparó a pecho gentil, sin armas, para terminar proponiendo que los maestros lleven a clase su propia arma que posiblemente la dejarán apoyada al lado de la pizarra mientras les enseñan a leer a los niños: “Mi mamá me ama”, “Mi mamá me mima”.

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