El “karma” de reducir el Estado

La historia de reducir el Estado es vieja. Jaime Nebot, en su campaña electoral del año 92 hizo de la frase “un Estado pequeño pero fuerte” uno de los eslóganes principales de la misma, en relación al Estado “gordo” que había dejado Rodrigo Borja. Imagínense, “gordo” se lo consideraba en aquella época. Hoy deberíamos hablar entonces de una obesidad de marca mayor.

La intervención del Presidente del día lunes pasado, en su estilo conciliador y de buen conversador, ha sido bien recibida. ¡Como habrá estado el país de tenso y estresado por el gobierno anterior, que una intervención caracterizada por el “vamos a reducir”, “vamos a mejorar” y “vamos a fortalecer”, es decir por aspiraciones, salvo algunas medidas concretas, ha generado un sentimiento de entusiasmo y adhesión.

Y no digo que esté mal. El país necesita esa tranquilidad y optimismo. Lo que digo es que hemos estado tan acostumbrados a los impuestos, a los sobrecostos, al estímulo de la lucha de clases y a las palizas verbales, que una intervención bastante general y que va a necesitar el auxilio de la Asamblea –donde ya sabemos que por una puerta entra un chanchito lindo y rosadito y por la otra sale un puercoespín- nos llena de calma a pesar de que su implementación vaya a tardar algunos meses en un país urgido por la reactivación y el crecimiento del sector productivo.

Una rápida revisión de las catorce medidas me llevan a lo siguiente: bien por el propósito de reducir el déficit y el gasto, pero.… ¿con este gabinete? ¿Será posible que un equipo muy parecido al de la década anterior implemente la reducción de ministerios y oficinas públicas? Ojalá. Bien por la reactivación productiva y el fomento de la inversión. Pero ello solo se logra con seguridad jurídica, respeto a los contratos, fomento de la jurisdicción arbitral local y externa, depuración de la lista de paraísos fiscales (Panamá no puede seguir en esa lista) y otras actitudes parecidas.

Solamente con declaraciones no se atrae a la inversión. Bien por la amnistía tributaria, pero es muy difícil que los grandes contribuyentes paguen y acepten desistir de las causas iniciadas. Sería aceptar la validez de las glosas, lo que puede constituir un precedente para que en el futuro la administración tributaria vuelva a glosar el mismo concepto argumentando la aceptación que proviene del pago.

Bien por la señal de acudir a los multilaterales, que fueron enviados al ostracismo por el gobierno anterior. Para ello el equipo económico deberá estar convencido de la conveniencia de visitar Washington sin caras largas y solo por compromiso.

Bien por el incentivo tributario a las nuevas inversiones, pero ….. ¿la exoneración del ISD se aplicaría luego de cinco años? El ISD es, en si mismo, un “detente” a la inversión. Una buena señal es disminuirlo desde ahora, no cuando mejore la balanza de pagos. En todo caso, se vislumbra otra vez una época de cambios. No un “cambio de época” como pomposamente calificó el antecesor a su gobierno, llamado a partir la historia en un antes y un después de él. El cambio fundamental es el del modelo.

Si el Presidente logra llevar adelante sus cuatro ejes y sus “medidas y acciones” habrá virado la página del socialismo del siglo XXI y alineará al Ecuador junto a los países latinos democráticos y en crecimiento. Y podrá generar empleo, que fue el eje de la propuesta de Guillermo Lasso durante la campaña anterior y es, en definitiva, lo que necesita la familia ecuatoriana.

Para ello también hará falta una política exterior que transmita credibilidad y seriedad. La Cancillería actual sigue manteniendo cordones umbilicales con el Alba, con Assange, con Maduro y con otros anacronismos que forman parte de la opereta bufa de la política internacional.

Y perseverar en la lucha contra la corrupción: contratar a Kroll (o alguien parecido) que siga la trazabilidad al dinero robado, renovar las autoridades de control y procesar a quien se deba por varios delitos de lesa humanidad pendientes.

El tamaño del Estado creció, durante la década pasada, en forma proporcional al tamaño de la corrupción. A Estado más grande, más trabas, más burocracia y más corrupción. Ese axioma se cumplió. Ojalá el Presidente lo revierta, y al mismo tiempo que se reduzca el Estado, se reduzca también el tumor canceroso del despilfarro y el latrocinio, que aumentó vertiginosamente los últimos años.

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