El calvario de un empresario

Ricardo Noboa Bejarano
Guayaquil, Ecuador

Un  día  acompañé  a  un  empresario  a  una  cita  con  el  ex  Ministro  de  Turismo  Freddy  Ehlers.  El  gobierno  de  entonces  preparaba  la  consulta  popular  que  incluía  la  pregunta  sobre  los  casinos  y  los  toros.  El  empresario  le  explicaba  al  Ministro  las  inconveniencias  de  la  pregunta,  las  enormes  pérdidas  que  se  podían  ocasionar  al  sector  turístico  y  el  desempleo  que  se  podía  ocasionar.    El  Ministro  le  contestó:  “No  te  preocupes  que  con  las  políticas  que  voy  a  implementar  los  hoteles  van  a  estar  repletos.  La  gente  va  a  pelearse  para  venir  al  Ecuador  y  vas  a  tener  una  rentabilidad  inimaginable.  No  vas  a  extrañar  los  casinos. All you need is Ecuador”.

Salí  de  la  reunión  y  le  dije  al  empresario:  “Este  hombre  está  loco”.    Después  vinieron  en  ese  ministerio  las  sesiones  de  meditación,  los  abrazos  al  árbol  y  tantas  otras  cosas  que  me  reafirmaron  en  el  diagnóstico.    Hago  esta  introducción  en  base  a  la  nota  aparecida  en  La  República  y  en  otros  diarios  respecto  de  la  suscripción  de  un  contrato  de  inversión  entre  el  Estado  ecuatoriano  y  una  empresa  privada  guayaquileña  para  la  concreción  de  un  nuevo  proyecto  hotelero  en  el  centro  de  la  ciudad.  Y  me  viene  a  la  memoria  el  drama  que  tuvo  que  vivir  la  misma  empresa  luego  de  aquella  cita  con  el  ex  Ministro  Ehlers  en  la  cual  éste,  con  su  voz  de  visionario  extravagante,  le  dijo también  al  empresario:  “vas  a  ganar  mucha  plata  con  mis  políticas”.

Al  poco  tiempo  las  “políticas”  del  ex  Ministro  se  decantaron  en  uno  de  los  mas  graves,  y  poco  conocidos  ciertamente,  abusos  del  antiguo  régimen.    A  consecuencia  de  la  consulta  popular  se  obligó  al  empresario  a  liquidar  a  sus  empleados  como  si  se  tratase  de  un  despido  intempestivo.  De  nada  valieron  los  lógicos  argumentos  indicando  que  el  empresario  no  había  querido  despedir  a  nadie,  sino  que  se  había  dado  una  típica  situación  de  fuerza  mayor  a  consecuencia  de  una  consulta  popular,  razón  por  la  cual  habían  terminado  los  contratos  de  trabajo,  no  siendo  aplicables  las  normas  del  despido  intempestivo.

No  hubo  oídos  a  tan  sensato  argumento.  Mas  bien  al  empresario  le  incautaron  sus  maquinas  tragamonedas  a  fin  de  que  se  “garantice”  el  pago  de  las  indemnizaciones  laborales.  Lo  peor  de  todo  fue  que,  luego  de  pagarse  las  indemnizaciones  laborales  el  empresario  fue  al  Ministerio  a  preguntar  por  sus  maquinas  para  que  le  sean  devueltas.    Y  no  eran  ni  una  ni  dos  máquinas.    Eran  ciento cuarenta y cinco.

Debieron estar en una bodega de Durán, pero de pronto,  nadie  sabia  donde  estaban.    Aparecieron  varios  años  después, gracias al trabajo de buceo del actual Ministro del Trabajo,   oxidadas,  inservibles, corroídas,  arruinadas,  en  una  bodega  de  Montecristi,  donde  habían  sido  trasladadas.  El empresario les pago a sus trabajadores indemnizaciones ilegales. El Estado no le ha pagado su confiscación inconstitucional. Porque lo mínimo que el Estado debe hacer es pagar esas maquinas como si de expropiación se tratase y repetir contra los funcionarios responsables.

Han pasado siete años desde la confiscación.   El régimen cambió y las actitudes también. Hoy el empresario, gracias a su tenacidad, a su persistencia y  su convicción, ha llegado a un acuerdo con el Estado en base a una alentadora normativa vigente. Cuento la historia porque es aleccionadora: dibuja por un lado al funcionario que cree que su poder será eterno y que, por ende, abusa de su posición dominante frente al ciudadano; y, por otra, al empresario responsable que no se amilana, que se levanta y empieza nuevamente a andar. Esa es un poco, en términos generales y con sus excepciones,  la historia del país: el estado glotón versus el emprendedor.  La política versus el derecho. La venganza versus la justicia. Soplan vientos de fronda. Ojalá que la banca de desarrollo acompañe al Ministerio de Turismo en su empeño. Y  ojalá que tales vientos  se mantengan.

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