Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador
Pareciera que ya nos hemos olvidado que los ecuatorianos votaron abrumadora y repetitivamente por alguien que promovía modelos como el cubano y venezolano. De la que nos salvaron los que promueven la libertad, cuando casi todos los demás se olvidaron que tenían lengua.
Hoy vemos las consecuencias del rumbo que teníamos. El socialismo del siglo XXI ha sumido en miseria a la población venezolana, al igual que el comunismo en Cuba.
Sin embargo, la hija de Hugo Chávez posee una fortuna, según Forbes, de 4.5 billones de dólares, sin haber trabajado. Más que Rockefeller, quien después de trabajar toda su vida, murió a los ciento un años de edad con 3.5 billones de dólares. La misma prosperidad ostentan los descendientes de los Castro y de todos aquellos que gobiernan la isla, mientras la mayoría pasa hambre.
Venezuela agoniza por un pésimo gobierno, no por falta de recursos. Tiene las mayores reservas petroleras del mundo, pero su producción decrece anualmente en manos del Estado.
Margaret Thatcher lo dijo hace tiempo: “el peor enemigo del socialismo no es el capitalismo. Es la realidad”. Eso es lo que ha ocurrido en Venezuela y Cuba. Sus caudillos se fueron contra todas las reglas del mercado para imponer un Estado populista con líderes mesiánicos. Venden humo y empobrecieron a sus mandantes.
El Ecuador ha recibido a ambas poblaciones. Estoy de acuerdo en que debe haber un control porque también vienen delincuentes, pero esta es una crisis humanitaria que debería resolverse por la comunidad de países afectados.
Obtener un pasaporte en Venezuela cuesta aproximadamente seiscientos dólares y varios meses de trámites con la posibilidad de que no lo aprueben. El salario mínimo mensual en Venezuela se diluye en la hiperinflación, por más ceros a la derecha que el dictador elimine de la moneda venezolana.
Resultados: nuestro país se convirtió en residencia final o territorio de paso de venezolanos hacia otras naciones que no hayan votado, como nosotros, por el socialismo del siglo XXI.
Nuestras fronteras son mentales. Nos han enseñado que es bueno ser pobres y resentidos sociales. Lo que deberíamos hacer es impulsar es un ecosistema de negocios en el que se más fácil contratar, ser formal y emprender. Una fórmula para que se multipliquen los empleos adecuados para que logremos prosperar.
Dejemos que surjan los Steve Jobs venezolanos y ecuatorianos que habitan el Ecuador. No los asfixiemos.
En el fondo, nuestra preocupación por la diáspora venezolana es que no tenemos un modelo adecuado que apoye a los emprendedores y empresarios. Los generadores de empleo para todos. Hay que tener cara dura para no recibir a los venezolanos después del historial de la migración ecuatoriana hacia otros países, gracias a gobiernos deficientes.
Trabajemos en mejorar el ambiente y nuestra alma. En que surjan más empresas y que vengan las inversiones. Ofrezcamos confianza. Con generosidad nacen las grandes naciones y personas. Seamos una de ellas.