Venezuela: ¿Y si Almagro tiene razón?

Carlos Malamud
Madrid, España

Las declaraciones del secretario general de la OEA, Luis Almagro, dieron la vuelta al mundo y causaron un gran escándalo entre propios y ajenos. En la frontera colombo-venezolana, la zona cero de una catástrofe migratoria devenida en drama regional, Almagro fue preguntado por una posible intervención. Su respuesta, contundente y sin margen para matizaciones posteriores, fue la piedra del escándalo: «En cuanto a una intervención militar para derrocar al régimen de Nicolás Maduro creo que no debemos descartar ninguna opción».

El campo enemigo vivió sus palabras como una abierta provocación y lo acusó de subordinarse a los planes de EU. La vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez dijo que buscaba revivir los «peores expedientes» de las injerencias militares «imperialistas» en América Latina e incluso anunció una denuncia en la ONU por «promover una acción militar».

Resulta paradójica la acusación chavista contra el imperialismo de EU cuando Venezuela acaba de vender su alma petrolera a Xi Jinping. Así, China intervendrá para «financiar el desarrollo» y también para incidir en «la forma de gobernar el país». Eso sí, como recordó Maduro, la mayor diferencia con el imperialismo yanqui es que China quiere un futuro «sin imperio hegemónico que chantajee, que domine». Y si él lo dice, habrá que creerle.

El desconcierto entre los sectores más críticos al régimen venezolano fue grande. Once de los 14 países del Grupo de Lima rechazaron cualquier intervención militar en territorio venezolano. También hubo quienes tildaron sus palabras de poco diplomáticas. Es cierto, sus declaraciones no fueron un ejercicio de sutiliza ni permiten mantener abierta una negociación ni regional ni multilateral.

Sin embargo, la opción diplomática se cerró hace tiempo y no por la comunidad internacional sino por los constantes desplantes y declaraciones de un régimen que se niega a negociar tanto hacia adentro como hacia afuera de sus fronteras. La imposición de una anticonstitucional Asamblea Constituyente o la agresiva conducta de Delcy Rodríguez cuando era ministra de Exteriores intentando entrar a la fuerza a una reunión en Buenos Aires donde se discutía la suspensión de su país de Mercosur y a la que no había sido invitada, son solo unos ejemplos.

Almagro no pudo ser diplomático allí donde no hay lugar para la diplomacia. Tampoco alentó, como dicen sus críticos, una intervención militar, solo dijo que no puede descartarse. Venezuela está en un callejón sin salida. No se ve ninguna solución a corto, medio o largo plazo. La catástrofe más absoluta se ha instalado en el país y ni siquiera la paciencia china puede remediar nada.

En las condiciones actuales es difícil que alguien impulse o sostenga una intervención externa. Otra cosa es desde dentro, pero aquí parece complicado, dada la infiltración cubana en el ejército y la complicidad de sus jefes con el régimen. En realidad ellos son el régimen. La alianza cívico-militar ya es más militar que cívica y es el legado más pesado de Hugo Chávez. Esta, junto a su supuesta revolución bolivariana, fue el camino elegido para destruir a Venezuela.

  • Catedrático de Historia de América de la UNED. Investigador de América Latina del Real Instituto Elcano. Su texto ha sido publicado originalmente en El Heraldo de México. Reproducido con autorización del autor.

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