Carlos Jijón
Quito, Ecuador
Fue la primera vez que el asesinato de un hombre fue transmitido en vivo en cadena nacional a la hora de máxima audiencia. Deben haber sido las 20h15 de ese fatídico 30 de septiembre. A las 20h00 en punto, Ecuavisa había roto la cadena que el gobierno impuso desde el mediodía para que solo pueda emitirse la señal del canal oficial, después que un grupo de policías, amotinados contra el veto del Presidente Rafael Correa a una ley de personal de la fuerza pública, le había faltado el respeto, y hasta lanzado gases lacrimógenos, como respuesta a su público desafío de matarlo.
Otro momento debo escribir cómo fue que en un impresionante acto de dignidad republicana, el presidente de Ecuavisa, el señor Xavier Alvarado Roca, desafió las órdenes presidenciales en momentos tan aciagos, y dispuso que se reinicie la transmisión casi al mismo tiempo que un escuadrón del Ejército incursionaba en el Hospital de la Policía, en Quito, donde Correa se había refugiado, a eso de las 10h00, alegando que estaba secuestrado, pese a que sus ministros entraban y salían del lugar, y que él mismo comandaba las operaciones, vía telefónica, desde la habitación en que se había encerrado.
Yo dirigía en esa época el noticiero de Teleamazonas y recuerdo que los disparos habían empezado a sonar cuando logramos empezar a transmitir pocos minutos después que lo hiciera Televistazo. Teníamos un reportero adentro del hospital, que narraba vía telefónica el momento exacto en que los uniformados irrumpían para llevarse a Correa en medio del tumulto, en una silla de ruedas. Y un camarógrafo, apostado en la acera de enfrente, transmitiendo vía microonda, el momento en que salía el carro que llevaba al presidente.
Fue entonces cuando el custodio que iba delante del vehículo en el que supuestamente iba Correa, cayó al suelo en medio del estrépito de bala ante la nación entera. Luego sabríamos que su nombre era Froilán Jiménez, que pertenecía a un escuadrón de élite del GIR, que tenía 28 años, una esposa que lo esperaba en casa y que era padre de un niño. La versión oficial, que se impuso en los días siguientes, diría que había caído asesinado víctima de disparos de policías rebeldes que intentaban ultimar al Presidente Rafael Correa. Ocho años después, se sabe que no fueron disparos de policías los que acabaron con la vida de Jiménez, sino de militares.
Los hechos contradicen la versión oficial. Los que dispararon contra el carro en que se creía que iba Correa, y asesinaron a Jiménez, eran militares, según se ha determinado ahora en el proceso. ¿Por qué dispararon los militares hacia el carro en que se creía que iba Correa? ¿Dispararon los policías? ¿Hubo un enfrentamiento a bala entre ambos grupos? Yo he planteado tres hipótesis. Primera: que un grupo de militares intentaron, a río revuelto, asesinar a Correa, dispararon contra el carro en que creían que iba, y en medio de la trifulca mataron a Jiménez. Segunda: los militares dispararon por error contra el carro que creían que llevaba a Correa, y en medio de la trifulca, accidentalmente, mataron a Jiménez. Tercera: los militares sabían que Correa no iba en ese carro, que el vehículo iba escoltado por los agentes del GIR solamente para hacer creer que el Presidente iba a bordo; los militares dispararon contra el carro como parte de un espectáculo para hacer verosímil el relato oficial de que había un intento de golpe de estado que incluía matar al presidente, y en medio de la trifulca, mataron a Jiménez.
Lo que ocurrió en las horas siguientes no ha sido explicado aún suficientemente. Esa madrugada, amanecer primero de octubre, los servicios de aseo municipales dirigidos por el correísta alcalde Augusto Barrera, limpiaron el área minuciosamente y borraron toda evidencia. Al día siguiente, la bala que mató a Froilán Jiménez desapareció de su cuerpo durante la autopsia: había un orificio de entrada y ninguno de salida, pero los médicos dijeron no encontrar el proyectil. Yo nunca supe en qué momento apareció pero durante mucho tiempo, eso fue un misterio. Y luego la propaganda, el ruido incesante, que intentó transformar la fecha de una tragedia en una fiesta cívica.
Sé que la mayoría hace un esfuerzo por olvidar, sobretodo porque es doloroso que tanta infamia haya ocurrido en medio de nosotros sin que esa mayoría se hubiera rebelado. Pero un año después de la tragedia, miles de personas fueron convocadas, y asistieron, a bailar sobre el lugar en el que Froilán Jiménez cayó asesinado. Dizque celebraban el nacimiento de una tal Megan y decían que ese día había renacido la democracia. Yo miré horrorizado la transmisión vía streaming en El Ciudadano. Vi las banderas verdes. Escuché los tambores. Las panderetas. Vi bailar a las multitudes sobre la tumba simbólica de Froilán Jiménez, mientras un afiebrado Rafael Correa proclamaba el triunfo de la revolución, desde siempre y hasta siempre. Viva la Patria.