Surrealismo mágico

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Hemos escuchado las denuncias sobre el diezmo que ciertos asambleístas cobran a sus colaboradores. Se presume que esos pagos serían realizados directamente a los legisladores o indirectamente, para pagar sus gastos.

Esto representa la visión que algunos congresistas tienen sobre la lucha de la corrupción: está bien, siempre y cuando no tenga que ver con ellos. Es preocupante, porque esa mentalidad proviene del poder legislativo, obligado a crear leyes que regulen el comportamiento a la sociedad y la fiscalización de otras funciones del Estado.

La palabra diezmo ratifica una forma anticuada de percibir el mundo. Suena a explotación de una clase social a otra. A la Edad Media. Una época en la que los vasallos estaban obligados a pagarle a la monarquía, señores feudales, religiosos o a las pequeñas repúblicas a cambio de alguna contraprestación real o ficticia.

Así ven el mundo. Como si viviéramos hace siete siglos. Su esquema mental se basa en aprovechar una posición y no en preparar al país para vivir en una época en la que, gracias a la tecnología, reina la transparencia y la velocidad del comercio.

Lo mismo ocurre con otro poder del Estado: la función judicial. El Alcalde de Guayaquil mencionaba, con razón, que la policía cumple con su trabajo, pero los delincuentes son liberados, en muchos casos, por los jueces sin que exista motivo.

Estamos en un ecosistema que no ofrece seguridad jurídica. Un ambiente surreal de la historia latinoamericana como el que García Márquez describía en sus novelas desde el siglo pasado. Con tanta corrupción es difícil que venga la inversión y los negocios puedan crecer en la medida que se requiere para ofrecer mayor empleo adecuado.

Ecuador ocupa el puesto 97 entre 137 países según el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial. Una de las peores calificaciones la tiene en independencia de la justicia y calidad de sus instituciones. Es menester estudiar nuestras debilidades del índice para mejorar nuestra competitividad y calidad de vida.

Las funciones de transparencia y la electoral también han mostrado ser parte de las deficiencias aquí mencionadas. Son causantes de nuestra realidad mágica y las llamadas a corregirla. Especialmente la primera. Tenemos que alentarla para que continúe cumpliendo sus deberes a cabalidad.

Los ecuatorianos queremos empleos para mantener a nuestras familias. No limosnas. Impulsemos el cambio desde la sociedad civil para que, con moral y ética, podamos lograr la prosperidad.

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