Medellín lucha para librarse del estigma del narcotráfico

Medellín

Veinticinco años después de la muerte del capo de las drogas Pablo Escobar, que se cumplen este domingo, la ciudad colombiana de Medellín vive una vigorosa transformación urbana y social para librarse del estigma del narcotráfico.

En la década del 80 y comienzos de los 90, el terror de Escobar se impuso en esta ciudad, capital del departamento de Antioquia, hasta que su muerte el 2 de diciembre de 1993 marcó el punto de partida para empezar a escribir su otra historia.

Medellín, que llegó a ser conocida como la más violenta del mundo, es ahora una urbe renovada y moderna que curó parte de sus heridas con la resiliencia de su gente y la apuesta por la innovación.

«Tocamos fondo, pero supimos que debíamos salir adelante. Hoy somos reconocidos por nuestra transformación, gracias a administraciones que han mantenido procesos y dado continuidad a lo bueno», expresó a Efe el secretario privado de la Alcaldía de Medellín, Manuel Villa.

El funcionario, responsable del proceso de demolición del edificio Mónaco, símbolo del narcoterrorismo de Escobar que desaparecerá en febrero de 2019, explicó que Medellín consiguió parte de su reinvención gracias a unas «particularidades» que han mantenido a los «paisas», como se conoce a los nacidos en esa parte de Colombia, unidos como sociedad.

«En esos momentos difíciles la academia se mantuvo firme, la clase política se mantuvo firme y la empresa privada se mantuvo firme, y no se fue a invertir en otras ciudades», subrayó el secretario.

Que distintos actores estuvieran «a la altura de las circunstancias» permitió que surgiera una transformación que el mundo reconoció cuando Medellín fue catalogada en 2013 como la ciudad más innovadora del mundo al ganar el concurso «City of the Year», que organizan The Wall Street Journal y Citigroup.

Esta metamorfosis empezó en los años 90, en medio de la violencia, con proyectos en el centro como Ciudad Botero, una plaza en la que se exponen a cielo abierto esculturas del pintor y escultor Fernando Botero.

Las escaleras eléctricas de la Comuna 13, los Parques Bibliotecas, la corporación de innovación Ruta N, las Unidades de Vida Articulada (UVA), el Centro Cultural de Moravia y el Sistema Integrado de Transporte Masivo son ahora símbolos de una ciudad que vive una regeneración urbana.

También fueron construidos centros culturales y escuelas para continuar con transformaciones de la vida en los barrios más deprimidos con equipamientos culturales, deportivos, educativos y recreativos.

Ahora, al cumplirse 25 años de la muerte del jefe del cartel de Medellín, el propósito va encaminado a que «la ciudad hable», para que, según los promotores de la iniciativa, cuente que hace tres décadas hubo «maldad y dolor», pero también hubo gente que «la mafia llamó los incorruptibles».

Villa, quien lidera ese «ejercicio de memoria» en la ciudad para reflexionar sobre los «dolores del pasado», reveló que algunos lugares donde fueron perpetrados atentados pretenden contar la historia a través del arte, placas y señales.

«La ciudad se ha transformado. La cara de Medellín a nivel mundial es totalmente diferente. Eso es valioso y tenemos que seguir con eso, pero no podemos dejar en el vacío la memoria de ese pasado trágico que vivimos», expresó.

Contar la historia desde la óptica de las víctimas, en contrapeso a esa verdad a medias que narran los «narcotours» que operan en Medellín aparece como un desafío para quitarle protagonismo al fantasma del capo que avivan las series o personajes como Jhon Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’, exsicario mayor de Escobar.

«Hemos dejado que otros honren la historia de los victimarios», lamentó el secretario.

Con ello coincide Carlos Mario Zuluaga, hijo del magistrado Gustavo Zuluaga Serna, un hombre de «principios inquebrantables» asesinado por Escobar en 1986, quien señaló que las nuevas generaciones deben «reflexionar» sobre ese capítulo doloroso para no repetirlo.

«Esa cultura del narcotráfico la estamos tratando de cambiar para volver nuevamente a los valores. Hay que recordar y perdonar, pero no se puede emular», declaró Zuluaga a Efe.

Para él, hay un lado positivo en esa historia cargada de dolor y muerte y es que el mundo ha visto «cómo Medellín se ha levantado en medio de la guerra que tuvimos».

Que el edificio Mónaco deje de existir traerá de algún modo alivio pues Zuluaga lo ha visto convertiste en un «emblema», como en su momento lo fue la cárcel de La Catedral, que albergó a Escobar y hoy es un centro dedicado a la oración y el trabajo social.

Como la intención es que «toda la ciudad honre a las víctimas», una vez desaparezca el Mónaco se iniciará la construcción del primer memorial que habrá en Medellín en honor a los afectados por el narcoterrorismo. EFE (I)

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