Cerca de 200 ecuatorianas se calzaron las botas y se convirtieron este año en las primeras reclutas del Ejército en Ecuador, un país donde algo más de la mitad de los 17,1 millones de habitantes son mujeres y donde la equidad de género es una deuda social que se va saldando lentamente.
«Soy infante y combato en tierra, donde todos conocen mi voz», «Voy a luchar por Ecuador con gran valor», «Tan solo llevaba en la mente vencer y regresar», entonaban vigorosas medio centenar de mujeres reclutas en un batallón cercano a Quito durante su último entrenamiento antes de recibir las armas.
Y ahí estaba Kerly Ordóñez de 1,60 metros de estatura y 21 años, enfundada en uniforme verde militar, botas negras de cordón algo más arriba del tobillo y con casco: «Al principio fue difícil, yo no trotaba y no hacía la misma actividad física, aquí todo es exigente pero he logrado salir adelante».
En el destacamento 13 del Ejército, en la localidad de Machachi, Ordóñez expresó a Efe que al ingresar en julio no tenía las condiciones físicas para realizar ejercicios de alta intensidad, se le complicaba correr todas las mañanas, saltar vallas, subir la cuerda o arrastrarse por el suelo.
«Antes era más gordita ahora he bajado cuatro libras gracias a mi esfuerzo constante. Esta es una gran experiencia, es una vida exigente de disciplina, cambia el carácter pero si te lo propones lo logras», añadió Ordóñez notoriamente feliz y satisfecha.
La comandante Pamela Poma, instructora de las reclutas, señaló a Efe que la primera semana es un periodo de adaptación en el que las aspirantes a soldados de reserva aprenden navegación terrestre, supervivencia y adiestramiento de tiro.
Para la soldado Casandra Herrera, lo más doloroso fue alejarse de su familia y seres queridos para ingresar en la carrera militar que «es de mucho coraje, valentía y gallardía».
«Las mujeres que nos estamos preparando para esto debemos tener la mentalidad de que todo pasa y (de que) sí podemos y demostrar al Ecuador que somos capaces» de enfrentar las mismas actividades que los hombres, aseguró a Efe Herrera, orgullosa de lucir uniforme de selva para camuflarse con los colores de la naturaleza.
Lo comentaba mientras otras de sus compañeras desafiaban el clima frío de Machachi y trotaban entonando himnos militares con fusil en mano y municiones a la espalda.
«Nuestra patria es de brazos abiertos, integrada a soñar por la paz, soberana en su ayer, en su Tarqui, en su fe…», cantaban durante el entrenamiento las reclutas, que los domingos reciben visitas de sus familiares.
Un día de «sentimientos encontrados» porque «nos visitan las personas que más amamos», afirmó Herrera con actitud vigorosa y firme, sin temor a expresar sus emociones en una clara muestra de que las actividades forzadas típicas de la milicia no son razón para anular sentimientos.
La activista de la organización «Nosotras por la Democracia» Solanda Goyes rechaza que existan instituciones que formen para la guerra, pero desde la óptica de la lucha por la equidad de género, considera «relevante» la incursión de mujeres en la vida militar.
Comentó que la lucha feminista ha logrado permear espacios antes reservados solo a hombres y recordó que desde 1998 la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas cambiaron reglamentos para que las mujeres puedan aspirar a altos cargos en sus filas.
«Espero que les den las mejores condiciones en las Fuerzas Armadas», dice Goyes a Efe al subrayar que «lo más fácil es incorporar número, lo difícil es brindar igualdad entre hombres y mujeres».
Asevera que pese a la apertura «subsiste la falta de igualdad», algo que se refleja, por ejemplo, en la prohibición de ingreso a la conscripción de mujeres que tengan hijos pues el Ejercito vela «por la integridad de la familia», dijo a Efe una fuente militar.
Y así, en medio de desigualdades, la lucha feminista va cosechando poco a poco victorias en Ecuador, pero aún hay mucho camino por recorrer pues la sociedad «sigue siendo patriarcal, machista y excluyente», argumenta Goyes. EFE (I)
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