Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay
En Uruguay circula una versión algo loca a raíz de la irrupción de un autocandidato a la presidencia para las elecciones de fines de este año. Se trata de un joven, del que se dice que es millonario, que pretende competir en las internas previas de uno de los partidos históricos y que –y aquí viene lo interesante– está casado con una joven hija de un magnate ruso supermillonario, dueño del equipo de fútbol de Mónaco y quien por estos días tiene algunos “problemas legales”. Más o menos así. La cuestión es que esa “irrupción” que rompe con las organizadas y controladas costumbres políticas del país generó muchas polémicas. Demasiadas. Entre tantas cosas se dijo, medio en voz baja, que se trataba de una jugada de Putin y su política para la “toma” de América Latina.
¿Verdad que es bastante loca la versión?
Pero en estos días se ven tantas cosas raras. Por ejemplo, mientras Trump se ocupa del muro, de sus relaciones con el norcoreano y de insultar a los periodistas, el gobierno ruso reiteró su “firme decisión de cooperar con el pueblo y el Gobierno legítimo de Venezuela”. Se refiere a los venezolanos que no se han ido y al gobierno de Maduro. En su pronunciamiento, además de acusar a EE.UU. de intervención y otras cosas ya repetidas, se explica, con una desfachatez sin límite, todo el “proceso democrático” que legitima a Maduro. Cosas veredes; Putin dando clase de democracia.
Dicen los rusos, además, que la decisión del Consejo Permanente de la OEA, el que por amplísima mayoría no reconoció legitimidad al gobierno que asumió Maduro el pasado 10 de enero, no conduce a nada . “Es una vía –dicen los rusos– que no lleva a ninguna parte. No se debe provocar la continua división de la sociedad venezolana. Hay que contribuir a la búsqueda del consenso, a fin de que el gobierno y la oposición junten sus esfuerzos para paliar la tensión, sanear la situación, gobernar sobre la base de la unión, siempre y cuando todas las fuerzas políticas del país observen de forma inquebrantable la Constitución y las leyes en vigor”. Dicen los rusos.
Obsérvese que Putin y su gobierno están en la misma línea que Rodríguez Zapatero –algo desaparecido y muy devaluado– y del papa Francisco siempre presente.
Otras de las novedades –igual de sorpresiva y en la misma dirección– es que Daniel Ortega fue condecorado por el Partido Comunista de Rusia (el único), con la “Orden de Amistad de los pueblos”. ¿Y a que no saben por qué? “Por su aporte a la paz y al trabajo de gobiernos progresistas…”.
En fin, cada uno dice lo que quiere, pero tampoco es cuestión de echarlo todo en bolsillo roto. Para empezar, el que quiera comprar a Putin por tonto pierde dinero. Él está haciendo su juego y quizás no le vaya tan mal y más con campo abierto. Es sabido que los rusos tienen que cuidar a Venezuela porque la deuda es grande, y si bien se aseguraron de trasladar a sus bóvedas mucho oro venezolano en garantía, se trata de un barril sin fondo. Es mucho el dinero que tendrían que poner para enderezar la economía venezolana –aunque sea en apariencia y con subsidios e inyecciones–. No es la Cuba de los años 60. Maduro puede salir más caro que Fidel, incluso considerando que este nunca les pagó la deuda.
Los rusos van a tener que sumar y restar. Pero la otra cara de la moneda y más peligrosa es que Maduro ha optado por entregarse, venderse a los rusos y seguir la vía Siria. No tiene otra. No lo arregla con un aumento del 300% del salario mínimo, que no llega a los 21 dólares y no alcanza ni para 7 quilos de carne. Está acorralado, no tiene salida y eso lo hace muy peligroso y puede ser usado, por ejemplo, por Putin, en el marco de su política respecto a América Latina.
Se ven tantas cosas raras que ciertamente cualquier versión, por muy loca que sea, puede pasar a tener algún fundamento, e incluso ser confirmada por la realidad.
Ortega condecorado por su “aporte a la paz” y reconocer “como un gobierno legítimo” la dictadura venezolana parecen un chiste, pero es lo que dice Putin, hoy por hoy el zar de todas las Rusias.