Francisco Endara D.
Quito, Ecuador
Sábado 19 de enero, 9 de la noche aproximadamente. Una mujer es amenazada y secuestrada en frente de la ciudadanía en una calle en Ibarra. A los ciudadanos que observan impotentes la escena se une la Policía, que dotada de armas, chalecos y hasta escudos (como se puede ver en el video que circula redes sociales), se mantiene apuntando al agresor sin poder reducirlo.
Una situación similar en otros países, hubiera desatado un rápido actuar de la Policía, sometiendo lo más pronto posible al atacante, pues la vida de una persona está en claro peligro. Sin embargo, en Ecuador, se tuvo que esperar por largos minutos hasta que se apuñale a la víctima para que la denominada “Fuerza Pública” actúe.
Lo sucedido ha desatado nuevamente el debate sobre la actuación de la Policía. En redes sociales la indignación de los ciudadanos es notoria. Se menciona falta de preparación de la Policía para enfrentar estos hechos, pero más aún es claro el miedo que tiene la Policía y sociedad de actuar en defensa propia.
Imagino el escenario contrario, si algún policía disparaba y mataba al agresor. Estoy más que seguro que si esto sucedía, no habrían faltado los confundidos de siempre, que escudados en los derechos humanos reclamarían que “por qué no se siguió el uso progresivo de la fuerza como manda la ley”. Reclamarían que se debió “negociar” con el criminal antes de disparar y seguro muchos más argumentos que estoy seguro todos hemos escuchado. Lo más probable entonces sería que el policía iría preso hasta que se compruebe que actuó en defensa propia.
Lo cierto es que desde hace diez años el Ecuador ha vivido una desinstitucionalización de la Policía. Y no solo eso. Los ciudadanos han sido víctimas de un bombardeo de ideas absurdas llamadas “progresistas” que de progreso no tienen nada. Se quiere tener un país del primer mundo con ideas del tercer mundo. Se quiere tener leyes del primer mundo que protejan al ciudadano, pero fanáticos de una ideología afirman que si “te roban menos de 600 dólares, no es robo”, es una contravención no más. Según la ley elaborada por estos entusiastas inventores del agua tibia, por ejemplo, se debe llamar “presunto” al delincuente, a pesar de que exista un claro video en su contra, aparte de que se debe ocultar su rostro y nombre. Para colmo se quiere tener leyes de primer mundo pero se vota por legisladores que más saben cantar y bailar y lejos de apoyar leyes como las que hay en países desarrollados, se limitan a alzar la mano según la orden que reciban.
En resumen, lo que sucede en el país es producto de un progresivo ataque a las instituciones, una Policía que no tiene seguridad para actuar porque desconfía del sistema de justicia, jueces que no tienen la confianza del público, criminales que tienen la seguridad de que no pagarán sus delitos.
La solución no es fácil. Pasan por dar fortaleza, capacitación y seguridad a la Policía. Cambiar un sistema de justicia que no goza de la credibilidad del público, pero sobre todo hay que empezar por cambiar las ideas –que se ven reflejadas en la aplicación de las leyes-, esas que defienden al atacante bajo un mal entendido de los derechos humanos y a cambio dejan en total indefensión a los ciudadanos. Solo así estaremos en capacidad de evitar y lamentar más muertes de inocentes como la ocurrida el día de ayer.