Algo que aprender

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

Es muy pronto para decir si nos afectará o no. Y en caso de ser afirmativa la respuesta, de qué manera lo hará. Es el caso del brexit (Bretaña+Exit), la salida del Reino Unido de la Unión Europea, que en estos días se encuentra en uno de los momentos más complicados de la crisis. Pero nos afecte directamente o no, por el tema de las transacciones comerciales, lo cierto es que ofrece una serie de enseñanzas que bien pueden enriquecernos.

Para quienes no hayan seguido el tema, abrevio diciendo que un grupo de políticos, llamados “euroescépticos“, porque desconfían de la Unión Europea, comenzaron años atrás una campaña en contra de esa unión y a predicar la idea de retirarse de ella. De hacerlo, los ingleses serían más ricos, se crearían más fuentes de trabajo, recuperarían su soberanía enajenada en parte por exigencias del grupo e, incluso, un hecho para el anecdotario de situaciones insólitas: los ingleses podrían tener de nuevo un pasaporte de tapa azul oscuro que fue cambiado por el rojo, como son los de la Unión Europea.

Digo que de esta situación podemos sacar algunas conclusiones de interés ya que esta decisión –ahora se la ve con mayor claridad– fue alentada por un grupo de políticos poco escrupulosos, que muestran mayor interés en sus carreras políticas, en sus intereses personales y en su propia conveniencia, que los intereses y el bienestar de sus conciudadanos. Un ejemplo claro fue Nigel Farage, uno de los cabecillas del brexit, que denunciaba que “Europa nos roba 350 millones de euros por semana”. Terminado el referéndum que les dio la victoria, los periodistas le preguntaron si tenía algún plan para utilizar ese dinero (1.400 millones al mes) negó haber dicho tal cosa. En ese momento pasaba por la calle un autobús con propaganda del brexit donde se citaba esa frase. Muy suelto de cuerpo dijo: “Creo que me equivoqué de cálculo”.

Theresa May, líder de los conservadores (tories) del Parlamento, a pesar de su catastrófica derrota de días atrás, sobrevive sola como primera ministra mientras enfrente, en la oposición (laboristas), no tiene a nadie. La cabeza visible es la de Jeremy Corbyn, un hombre vacilante, inseguro, indeciso, que no se atreve a asumir una posición firme en cuanto a la salida de la Unión Europea ni tampoco lo hizo en el momento en que una posición firme y clara hubiera sido importante en medio de esta crisis que, desde entonces, no ha hecho más que crecer.

La única solución que muchos plantean es la de realizar un nuevo referéndum y preguntar a los ingleses si quieren o no permanecer en la Unión Europea. Pero los partidarios de Theresa May y otros políticos conservadores aseguran que esto iría en contra de la democracia y que la ciudadanía perdería confianza en su clase política. La realidad es todo lo contrario: es, juntamente, en las democracias, cuando más se consulta a la ciudadanía y más se la hace partícipe de las decisiones trascendentales.

Esta situación –y por ello es más preocupante– se da en un momento histórico en que en diferentes partes del mundo florecen los movimientos populistas, los nacionalismos fundamentalistas (mejor sería hablar de nazionalismos), los partidos de extrema derecha y los movimientos conservadores, desde Donald Trump y Jair Bolsonaro, hasta Vladímir Putin (Rusia), Lech Kaczynsky (hombre fuerte de Polonia aunque no forma parte del gobierno), Viktor Orban (Hungría) o Recep Tayyip Erdogan (Turquía) para mencionar nada más que algunos de los más notorios.

Nuestra democracia, nuestras conquistas sociales, económicas y políticas, se encuentran en serio peligro. Es recomendable entonces no dejar de mirar a nuestro alrededor, y un poco más lejos, también, para lograr las enseñanzas necesarias.

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