Ricardo Noboa
Guayaquil, Ecuador
Si. Así es. Como en Túnez, como en Egipto, como en Libia. Como en todos los países árabes que se cansaron de los tiranos. Como aquella de Praga, que rindió plenos frutos en 1.989 y no en 1.968. Como la de Budapest, que tampoco los rindió en 1956 sino mucho después. Como en Polonia, donde la fuerza moral de Juan Pablo II y la real de “Solidaridad” tumbaron la estafa socialista. Así, igual, va a ocurrir en la hermana Venezuela.
Esta Venezuela donde Maduro, Diosdado, Tareck el Aisami y Tibisay Lucena, la reina del eterno apagón electoral, algún día tendrán que rendir cuentas. Cuentas por haberse llevado el petróleo, los votos y algo de la esperanza. No toda. Por ello el video que circula en redes sociales y que se inicia con el “salimos ayer, salimos hoy, saldremos mañana” es una especie de símbolo de la esperanza y la libertad que Venezuela anhela.
El régimen de Maduro tiene, en realidad, los días contados. No importa cuando caiga, no se puede sostener mucho tiempo más, a pesar de que los militares a sueldo lo sostengan, a pesar de que Rusia, China y otros aliados lejanos lo apoyen, a pesar de que las milicias disparen, existen fenómenos indetenibles que hacen que, por gravedad, las cosas terminen sucediendo.
Sin plata y cada día mas aislado internacionalmente, Maduro está al filo de la cornisa. Puede ser que pretenda negociar su salida. Como dice el periodista español Fernando Díaz Villanueva, lo único negociable es “el color de los barrotes de las cárceles”.
Luego de la caída, que vendrá pronto pues el régimen juega sus descuentos y no llegará al tiempo suplementario, una justicia y una contraloría independientes deberán juzgar su obra y su legado. Y es que con una inflación proyectada de 10.000.000% la situación provoca risa aunque lo que hay que hacer es llorar.
¿Cómo reconstruir esa economía? ¿Cómo lograr que los venezolanos acaben con la diáspora y regresen a su tierra, que es donde no tienen empleo pero tienen sus hogares? Se calcula que tres millones de venezolanos han huído del chavismo. Y no han ido, precisamente, a Cuba.
¿Cómo recuperar la fe en un estado fallido, que es a lo que los ha conducido primero Chávez y luego Maduro? Tendrán que diseñar un nuevo Plan Marshall. Algo que reconstruya la sociedad venezolana por entero, recuperando primero la autoestima. No hay mas que ver los rostros de los emigrantes, que vagan sin destino por las carreteras de Sudamérica, para percibir que la autoestima se ha perdido.
El socialismo del siglo XXI terminó haciendo mas daño que el del siglo XX. Porque si bien el del siglo XX arruinó la economía de quienes lo aplicaron, se agrupó, al menos en Europa, alrededor de una serie de países fuertes, que debieron sobrevivir a un cataclismo peor que el comunista, como fue la segunda guerra mundial. Era un entorno totalmente diferente. Y duró mas de cincuenta años.
En cambio, los socialistas del siglo XXI llegaron a través del populismo, del discurso demagógico y de la siempre fructífera estimulación de la lucha de clases, lo que siempre da frutos electorales. Su legado, en cambio, en los países que lo aplicaron, es una estela de corrupción y pobreza.
Luego de Maduro, le tocará, seguramente el turno a Nicaragua. Donde Ortega y sus nuevos “tonton macuoutes” se mantienen todavía a garrote limpio. Pero al final, siempre terminan imponiéndose los pueblos. Y la democracia representativa, la “menos mala” de los sistemas políticos, como decía Churchill.
Los Estados Unidos ya no necesitan invadir a nadie. Simplemente congelan los fondos. En eso, Trump ha procedido correctamente. Y tendrá, al final del día, mucho mérito en el restablecimiento de la democracia venezolana. Esperemos un poco, pues no debe tardar.