El presidente estadounidense, Donald Trump, ha aparcado su habitual tendencia aislacionista y su respeto por las figuras autócratas en el caso de Venezuela, un país que cautivó su atención desde que llegó al poder y que ahora motiva una de sus apuestas más arriesgadas en el plano internacional.
Trump, un líder crítico con el papel de EE.UU. como «policía del mundo» y poco preocupado por temas de derechos humanos en países aliados, sorprendió a sus asesores al interesarse por Venezuela en cuanto llegó a la Casa Blanca y esa atención ha culminado en el reconocimiento del opositor Juan Guaidó como presidente interino.
«Antes de llegar al poder, pasó algo que realmente despertó su interés en Venezuela. Pero no sé qué fue», dijo a Efe un exasesor de Trump en asuntos latinoamericanos, Fernando Cutz.
Aunque no descarta la posible influencia en la política hacia Venezuela del asesor de Seguridad Nacional John Bolton, del senador republicano Marco Rubio y del vicepresidente Mike Pence, Cutz cree que Trump siempre tuvo claro que quería actuar en el país sudamericano.
«Lo veía como un reto de política exterior que definiría su Presidencia, una de sus tres prioridades junto a Corea del Norte e Irán», aseguró el exfuncionario.
Durante su frenética primera semana en el poder en enero de 2017, Trump encontró tiempo para pedir a su equipo en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca (NSC, en inglés) que le pusiera al día sobre Venezuela.
Cutz organizó entonces una sesión en la que Trump exigió «desarrollar opciones» para hacer frente a lo que consideraba una inaceptable crisis humanitaria en el país.
«Me preguntaba sobre la gente, sobre por qué estaban sufriendo tanto. Preguntaba por qué pasaba eso en un país tan rico, y cómo podíamos ayudarles», relató Cutz, que dejó la Casa Blanca el año pasado y que ahora trabaja en la consultora The Cohen Group.
Dos semanas después, Rubio llevó a la Casa Blanca a Lilian Tintori, la esposa del político preso venezolano Leopoldo López, y ambos se fotografiaron con Trump.
En esa reunión, el presidente dejó claro que su conocimiento sobre Venezuela era aún superficial, porque «le preguntó a Tintori quién era Leopoldo López», reveló a Efe el predecesor de Cutz en el NSC, Mark Feierstein, quien habló con funcionarios presentes en la cita.
Trump dio un paso más en agosto de 2017, cuando puso sobre la mesa una posible «opción militar» contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro, una idea en la que insistió al mes siguiente en una reunión con varios presidentes latinoamericanos.
Su interés en una posible intervención en Venezuela contrasta con su reciente orden de retirar a las tropas estadounidenses de Siria y su deseo de acabar con la guerra en Afganistán.
Además, «¿por qué le preocupan los abusos de derechos humanos y la falta de democracia en Venezuela, y no en otros países?», se preguntó Feierstein, que asesoró al expresidente Barack Obama (2009-2017).
Los defensores de Maduro apuntan a un posible interés por el petróleo venezolano de Trump, quien hace años lamentó que EE.UU. no se quedara con el crudo de Irak cuando invadió el país; y tampoco faltan quienes especulan, sin aportar pruebas, sobre un hipotético lazo empresarial del presidente en Venezuela.
Algunos en Washington han perfilado a Rubio como el ideólogo en la sombra de la política hacia Venezuela, pero una fuente cercana al senador lo negó y aseveró a Efe que Trump «nunca ha necesitado que le convenzan en el tema de Venezuela».
En cualquier caso, el discurso de la Casa Blanca se endureció a partir de la llegada el pasado abril de Bolton, quien ha definido a Venezuela, Cuba y Nicaragua como una «troika de la tiranía» y se ha rodeado de figuras afines como Mauricio Claver-Carone, de origen cubano y encargado de Latinoamérica en el NSC.
Ni Cutz ni Feierstein descartan tampoco que Trump pueda estar pensando en su campaña de reelección en 2020, dada la importancia de Florida, «donde hay una creciente diáspora de estadounidenses de origen venezolano», en palabras del primero.
Sea cual sea la causa, el interés de Trump en Venezuela ha derivado en la audaz decisión de apostar todas las cartas al triunfo de Guaidó, que por ahora no tiene el control de facto del país.
«Es arriesgado porque no hay garantías de que funcione, y si no funciona estaremos en apuros. Habremos usado todos los mecanismos de presión que teníamos, y podríamos vernos forzados a intervenir militarmente», concluyó Cutz. EFE