Ruth Arregui

Eduardo Carmigniani
Guayaquil, Ecuador

A fines de 2009, los activos (préstamos impagos, inmuebles, etc.) manejados por el Estado a raíz de la crisis bancaria de fines de los noventa se repartían en general así: el grupo AGD, recibidos ya por la entrada en “saneamiento” de bancos como Progreso o Popular, ya por incautaciones hechas por el correísmo; y el grupo a cargo de un ejército de liquidadores de la Superintendencia de Bancos (Filanbanco/Previsora, Préstamos, los más grandes). Asimismo a finales de 2009 se terminó esos procesos de liquidación y se unificó en el Banco Central la tarea de cobro de los activos remanentes.

En 2010, Pedro Delgado se iba perfilando como zar financiero correísta: estaba encargado ya del manejo de los activos AGD, cambiados de mano a una entidad “nueva”, de nombre larguísimo, conocida como Ugedep; a la cima llegó poco después, noviembre de 2011, cuando fue nombrado presidente del Banco Central (y mantuvo el control de la Ugedep).

A inicios de 2012, estando Central y Ugedep bajo el mando de Delgado, se dispuso que el cobro de los activos transferidos al Central lo haga la Ugedep. Por el Central firmó el convenio respectivo su entonces gerenta Ruth Arregui. ¿Fue eso “ilegal”, como dice -sin tomarse la molestia de citar artículo alguno- la señora Jackeline Coronel Simancas en la impugnación que ha presentado oponiéndose a que la señora Arregui sea ahora designada superintendenta de Bancos, por supuesta falta de “probidad”?

No puede ser ilegal que un ente público encargue a otro la cobranza de unos activos. En esto no hay que perder el tiempo. Pero supongamos, en gracia de la discusión, que fuese inconveniente. ¿Quita eso “probidad” -es decir honradez- a la señora Arregui para dirigir la Superintendencia de Bancos? Ni torciendo el idioma se llega a eso.

Que por todo lo mañosos que fueron Delgado y sus anillados galarifos, comenzando por el cuñado Endara, respondan penalmente ellos. Y políticamente quien les dio semejante poder. Pero nadie ha acusado a la señora Arregui de tener vela en ese entierro. Es impresentable tiro al aire el intento de la impugnante.

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