Alberto Molina
París, Francia
Hay acontecimientos trágicos que conmueven al mundo, como el caso del atentado a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre 2001; ahora el incendio de Notre Dame, una de las más emblemáticas catedrales del mundo.
Visitar la vieja Europa sigue siendo un privilegio, pese a las facilidades que ofrece el mundo moderno. La carga histórica es impresionante, cada uno de los países tiene sus encantos y nos maravillamos de sus añejas ciudades, de sus monumentales edificios, sus monumentos, de su música y bailes típicos, de su deliciosa gastronomía y por cierto de sus museos, que atesoran obras maravillosas de afamados artistas de diferentes épocas.
El museo de El Prado, en Madrid, posee una de las pinacotecas más importantes del mundo; los de Van Gogh y de Rembrandt en Amsterdam; el Ermitage en San Petersburgo; el Vaticano y sus grandes tesoros, para nombrar unos pocos.
Sin quitar méritos a ninguna ciudad y sus riquezas culturales e históricas, París es capítulo aparte. La Ciudad Luz. Hay tantas cosas que nos brinda esta generosa ciudad, que falta todo el tiempo del mundo para conocerla: la famosa Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el Palais Royal que alberga al gran museo de Louvre; Sacre Coeur, Champs Elysees, la Plaza de la Concordia, la tumba de Napoleón; sus barrios, como Pigalle, el Barrio Latino o Montmartre, el bohemio barrio de los pintores; sus mundanos y famosos cabarets, el Lido, el Molino Rojo. Ernest Hemingway, el célebre escritor norteamericano, tenía razón: «París es una fiesta». Ni qué hablar de su afamada gastronomía, sus vinos, sus quesos, en fin, París es París.
He dejado para el final, hablar de Notre Dame, que he tenido la fortuna de visitar horas antes de la tragedia. Una de las catedrales góticas mas importantes del mundo. Cómo imaginar París sin ella. Su fachada monumental, las gárgolas, extrañas figuras fantasmales que asustan.
Su puerta principal es impresionante. Al entrar al majestuoso templo, cualquier persona, no importa el credo que profese, se sobrecoge; al escuchar la solemne música sacra, sentimos que levitamos; los rosetones al interior, sus luces cobran vida, transmiten paz interior.
Notre Dame se empezó a construir en el siglo XII, testigo de casi 800 años de momentos singulares de nuestra historia, Uno de ellos, la suntuosa ceremonia de auto proclamación como Emperador de Napoleón I, con la bendición del Papa Pío VII, el 2 de diciembre de 1804. Ahí se llevaron a cabo las exequias del General Charles de Gaulle, héroe de la II Guerra Mundial. Gracias a Disney, Cuasimodo, un ser contrahecho, es un héroe de los niños en la película adaptación de «Nuestra Señora de París», obra del inmortal Víctor Hugo.
Sobran razones para estar conmovido con el incendio que destruyó buena parte de este monumental templo de la cristiandad y de la cultura de Francia. «París, bien vale una misa», como diría el protestante Enrique de Borbón, que se convirtió al catolicismo para poder acceder al trono de Francia, como Enrique IV.