Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay
Con la firma de por lo menos cinco expresidentes latinoamericanos se conoció una solicitada –“Con los hijos y las hijas no”– en defensa de Florencia Kirchner, hija de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner (CFK), procesada por la justicia argentina, junto con su madre (CFK) y su hermano Máximo, en dos causas –Hotesur y Los Sauces– por lavado de dinero de la corrupción.
CFK suma diez procesamientos, cinco con pedido de prisión, pero permanece libre amparada en los fueros parlamentarios por ser senadora. Lo mismo pasa con Máximo, que es diputado, pero Florencia no tiene fueros.
De ahí lo que en alguna medida explica la aparición de esta solidaridad. Florencia está en Cuba, a donde viajó en función de sus actividades de cineasta, pero en donde ahora es tratada por el “brutal estrés”, que según su madre le ha provocado la “brutal persecución judicial, mediática y política”, lo que le ha impedido, por ejemplo, viajar en avión de retorno para presentarse a la Justicia, que la ha emplazado.
Dice la solicitada: “Quienes tomamos la decisión de transitar el compromiso político sabemos que conlleva enormes costos personales. Pero nuestros hijos e hijas, los de todos los que nos dedicamos de una u otra forma a estar expuestos de una manera pública, no eligieron eso y deben estar exentos de cualquier maniobra persecutoria”.
Nadie puede estar en desacuerdo con ello, pero eso sí, depende de lo que hicieron.
Las personas públicas, y más cuando llegan a los más altos cargos, en alguna forma comprometen y limitan a sus hijos, a la familia y a los más allegados. Es un riesgo a considerar y muchos desisten de su carrera política en salvaguarda de ello.
Es cierto, asimismo, que muchos políticos y alguna prensa basura utiliza ese sucio recurso de atacar a hijos y familia. Procedimiento repugnante, si los hay.
Ahora, tampoco todo ello impide que los hijos sean investigados cuando surgen indicios de que han cometido delitos. No se trata de persecución judicial –la justicia investiga y tiene que investigar– ni mediática –en el caso, es la hija de dos expresidentes– ni política, como dice CFK utilizando con sus reconocidas dotes histriónicas el recurso de la “victimización” tan repudiable como la calumnia, la difamación y el insulto gratuito y con fines políticos.
Florencia, efectivamente, ha sido muy hostigada a través de las redes, pero eso no implica que no integre los directorios, con los máximos poderes, de dos empresas consideradas “asociaciones ilícitas para delinquir”. ¿Puesta por sus padres? Pero ella tiene 29 años, es mayor. En una caja de seguridad se le encontraron 5 millones de dólares. ¿Eso no le provocó dudas o autocuestionamientos, o estrés? Parece que no le impidió viajar a Cuba en avión hace unos dos meses.
Meterse con los hijos es feo, y se cometen muchas injusticias por esa vía, pero igual de feo es utilizar a los hijos de testaferros, de tapadera o desvío de dineros mal habidos, o que se utilice esa condición de “hijos” para hacer pingües negocios.
La solicitada la firman, entre otros, Lula. Quizás curándose en salud. Según investigaciones periodísticas, su hijo mayor Fabio Luis –Lulinha– en tan solo cinco años pasó de ser funcionario de un zoológico, ganando US$ 750 por mes, a fuerte productor rural –pagó por una “hacienda” 24 millones de dólares– y socio prioritario de una empresa dedicada a la telefonía, programas de juego para TV, sin hacer ningún tipo de aportes. Lulinha para comprarse la “fazenda” debería haber ahorrado 2.612 años, sin gastar nada.
Y qué decir de María Gabriela Chávez, representante permanente de Venezuela ante la ONU, la mimosa y preferida del comandante Hugo Chávez, que fue su primera dama. María Gabriela, que llamaba “abuelo” a Fidel, y a CFK la consideraba como una madre –¿mirá?– tendría depositado en bancos de EE.UU. y Andorra, según investigaciones periodísticas, una suma que oscila en los 4.200 millones de dólares.
Es considerada la persona más rica de Venezuela; más rica que Gustavo Cisneros y que Lorenzo Mendoza, el dueño de la empresa “Polar”.
Lulinha ha sido investigado y compareció ante la justicia brasileña, sin duda mucho menos “flexible” que la argentina. En cuanto a “la heroína”, como llamaba Chávez a su hija, por ahora, con el chavismo en el poder, no ha sufrido “una brutal persecución” judicial o política. Pero, ¿después qué?
Pese a las importantes firmas –Dilma, Correa, Lugo, Zelaya, Iglesias, de Podemos, Baltazar Garzón y el infaltable premio Nobel Pérez Esquivel, entre unas cuantas más– es legítimo y propio que cuando desaparecen los usos y abusos autoritarios, las trabas, los secretos o los jueces y fiscales “indulgentes”, se investiguen todo tipo de arbitrariedades cometidas y, desde luego, los casos llamativos y meteóricos de enriquecimiento o de dominio económico o de uso de influencias en beneficio personal , se trate de hijos, hijas, familiares, amigos o lo que sea.
Los hijos no deben pagar por las culpas de sus padres, no; pero ¿qué se hace con “la heroína” cuando caiga Maduro: ¿que se dedique nomás a gastar los 4.197 millones de dólares que tiene en los bancos?