Se fue un patriota

Raúl Andrade Gándara
Rochester, Estados Unidos

Lo conocí hace muchos años. Profesor de derecho laboral, temido por sus alumnos. Adusto, barba pelirroja, rostro encajado, ojos saltones escondidos detrás de unos anteojos de carey, como se estilaba entonces. No era de mis simpatías. Tuve inconvenientes en su materia. Tuve que dar un examen adicional para recuperar notas. El día que debía rendirlo, la noticia inesperada de su destierro me detuvo. Eran los setentas. Una dictadura militar desterró a algún remoto paraje a varios políticos disidentes. Allí cambié mi concepto.

Pasaron los años. Seguí de lejos, sin mucho empeño, su carrera política. No era un político carismático, pero sí el referente de su partido. La Democracia Cristiana. Los curuchupas reencauchados. Con ellos desarrolló una dilatada carrera. Diputado, asambleísta, candidato a la presidencia.

Recuerdo su enfrentamiento en algún congreso con C.J. Arosemena. Al reclamo airado por el estado etílico y sus actos como presidente, llegó la respuesta mordaz. “Gallo Hervido». Victoria pírrica la de C.J. El humor quiteño se encargó de festejar el apodo y olvidar lo legítimo del reclamo del Dr. Trujillo. Así éramos entonces y quizás hasta ahora. Más afectos a la broma cruel y rápida que al análisis ponderado.

Luego de una campaña presidencial fallida pero honorable, el alejamiento paulatino de la vida política. El reposo del guerrero. Activo profesionalmente y atento observador de la vida política, se enroló en la comisión anticorrupción para desenmascarar los obscuros manejos del correato. Me resultó sorprendente verlo allí, anciano, sabio, más allá de las pasiones de juventud y las ideologías, encabezando una cofradía de ciudadanos sin autoridad alguna, excepto su fuerza moral. Era el resultado de una vida y una experiencia política dilatada.

Aplaudí, como una gran parte del país, su lucha contra la prepotencia de los corruptos entonces en el poder. Aplaudí su hidalguía frente a las sentencias emitidas por una justicia venal y admiré su determinación para enfrentarlas.

Me impresionó la férrea voluntad con la que enfrentó la tarea de desmontar el engendro correísta para lograr respirar aires de libertad en un país absolutamente cegado por la propaganda gubernamental. No tenía ninguna razón para hacerlo que no fuera un genuino afán de servir al país. No había aspiración a posteriori ni cálculo político alguno. Solo amor a la patria y genuino deseo de ser útil. Admirable. El cuerpo se rindió antes que pudiera cristalizar su última oferta. Las firmas para desaparecer el CPCCS se deberán lograr sin él, pero en honor a él.

Qué penoso es constatar una vez más que aprendemos a valorar a los verdaderos patriotas cuando es demasiado tarde, cuando las pasiones y los intereses del momento no nos afectan ya, cuando la madurez ha golpeado a nuestra puerta para enseñarnos a distinguir a las personas y su señorío.

Mi agradecimiento a Julio Cesar Trujillo, por su lección de vida, entereza y desprendimiento en aras de los altos valores nacionales. Mi aplauso para todos esos ecuatorianos que están dispuestos a sacrificar su salud y su bienestar por un genuino afán de servicio.

Que su lucha nos sirva de ejemplo y su decisión de guía para que vayan al poder hombres con genuino afán de servicio, experiencia y sabiduría, en vez de los aventureros que han copado nuestra reciente historia nacional.

Que descanse en Paz. ¡Deber cumplido !

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