
Quito, Ecuador
Cada vez que se logra un avance en la lucha por la libertad de Venezuela, la dictadura busca instalar una “mesa de diálogo” para cuidarse las espaldas y fingir que están interesados en contribuir por el cambio del país. Desde la llegada del chavismo se han dado nueve iniciativas de diálogo entre representantes del régimen autocrático y los sectores de oposición, y ninguna ha llevado a una solución. Todas estas conversaciones solo funcionan para oxigenar a los terroristas que usurpan el poder, permitiéndoles mantenerse por años en una mesa de diálogo mientras Venezuela se derrumba.
“Quienes se levantaron de la mesa corriendo fue la delegación del régimen. Seguiremos esperando por ellos, el sufrimiento de la gente no puede esperar” dijo un inexperto Stalin González, segundo vicepresidente de la legítima Asamblea Nacional en Venezuela, al responder a la prensa sobre el diálogo en Barbados promovido por Noruega.
Es increíble que se le dé al régimen el poder de decidir cuándo habrá conversaciones y que la delegación opositora diga que esperarán por ellos, para después reconocer que Venezuela se está quedando sin tiempo. Ver a las personas que se suponen que deberían representar la voluntad del pueblo venezolano sentarse a “dialogar” con los asesinos, terroristas, corruptos e incompetentes que arruinaron nuestras vidas es una imagen de la que nunca podrán recuperarse. Que el presidente Guaidó envíe a una delegación a conversar con los que apresaron a su vicepresidente, a sus empleados, a su jefe de despacho, a sus parlamentarios, con los que torturaron al líder de su partido por años, le hace perder credibilidad. Lo debilita, le destruye su capital político y algunos incluso lo llamarían colaboracionista del régimen, porque su agenda cambió radicalmente desde que iniciaron las conversaciones en mayo y traicionó la confianza que el pueblo venezolano depositó en él.
La oposición ya no cuenta con capacidad de convocatoria, las marchas no funcionan, la gente se cansó de que utilicen su dolor y las muertes de sus hijos como estadística, de que tanto dolor humano y años de lucha queden en vano por seis oportunistas que decidieron irse a un país “neutral” a conversar para defender los intereses de su grupo.
Lo peor es que los mediadores de las conversaciones están sesgados. Noruega no es un país imparcial, jamás han condenado las violaciones de derechos humanos en Venezuela, participaron en otras negociaciones como el Acuerdo de la Paz en Colombia (que terminó siendo un acuerdo de impunidad para terroristas) y tienen intereses económicos con el chavismo. Son mediadores de izquierda, cercanos a Cuba, que están parcializados y buscan proteger sus intereses a costillas del pueblo venezolano. Ninguna conversación que involucre impunidad para los criminales que llevan 20 años destruyendo nuestro país será aceptada por los venezolanos, el régimen no dialoga por buena fe, dialogan porque saben que los dirigentes opositores son lo suficientemente ingenuos como para escucharlos.
Es ridículo que a estas alturas la oposición no haya identificado el patrón, cada vez que hay tensión política en Venezuela; se sientan a dialogar, se calman las protestas, pierden popularidad y la dictadura coge fuerza.
En el 2014 dialogaron después de que Maduro encarcelará a más de 1.000 personas por motivos políticos y asesinará a 47 protestantes, las conversaciones no llevaron a ningún lado y las calles se calmaron. En el 2016, después de que el Tribunal Supremo chavista inhabilitara a tres diputados para quitarle a la oposición la mayoría absoluta de la Asamblea, se dieron conversaciones mediadas por el Vaticano y en plenas conversaciones, el CNE se negó a hacer el referéndum revocatorio por el que la oposición tanto lucho para conseguir. En el 2017, en República Dominicana, se dan las conversaciones después de las protestas donde murieron 157 personas, más de 3.000 fueron detenidas y 15.000 fueron heridas por la brutal represión. Esta iniciativa también falla después de meses de intentos y termina con una dictadura que abandona la iniciativa del dialogo porque no se cumplieron sus exigencias, burlándose de todos los implicados. Ahora en 2019, después de tres meses de conversaciones, el régimen nuevamente se levanta de las conversaciones y los dirigentes opositores, en una posición de clara ventaja sobre el chavismo, prefieren esperar a que el castrochavismo se digne a reanudar las conversaciones en vez de priorizar otras iniciativas que aceleren la salida de la dictadura.
Estados Unidos ya entendió que ese no es el camino a seguir, esos mecanismos no funcionan, no dan resultados.
Por más que no ya no se contemple una intervención humanitaria por parte de países de la región, lo que deben buscar Guaidó y sus aliados es la ruptura de las Fuerzas Armadas y construir garantías para que los jerarcas militares le den su espalda a la dictadura y no pierdan su vida en el intento (como le ocurrió al capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, asesinado por el régimen en junio de este año).
El simple hecho de sentarse a conversar con la cúpula castrochavista es una falta de respeto. Por que eso es lo único que hacen, conversar, no hay ningún tipo de negociación. Negociación es presionar con exigencias en un lapso determinado para que el grupo que está en desventaja acepte las condiciones de un acuerdo que no les favorece. Pero mientras la oposición se sienta e intenta sacar con diplomacia a una dictadura asesina y terrorista, Maduro firma acuerdos de cooperación militar con Rusia y se atornilla en el poder.
No hay ningún protocolo que ampare el terrorismo de estado, los verdugos no pueden tener ni voz ni voto en las conversaciones con sus manos llenas de sangre, pero mientras tengamos a dirigentes opositores que sobreponen sus intereses personales en vez de los de su pueblo, la dictadura se mantendrá 20 años más en Venezuela.