Quito, Ecuador
La visa poco humanitaria que se empezó a pedir desde el pasado lunes 26 de agosto para regular la entrada de los ciudadanos venezolanos al Ecuador ocurrió en la misma semana en la que cumplí un año desde que emigré a este país buscando una mejor vida.
En el puente de Rumichaca, miles de venezolanos fueron dejados a la deriva al no cumplir con esta documentación y ninguno pudo ingresar a territorio ecuatoriano, sin excepciones. Las autoridades se regodean diciendo que esta visa humanitaria es un acto de hermandad entre países, cuando en realidad la desarrollaron para cerrarle la puerta a todos los venezolanos que huyen de la hambruna, alimentando la retórica xenófoba que se ha popularizado en el Ecuador. Están forzados a abandonar su país, no lo hacen por voluntad propia y ningún migrante venezolano busca reconocimiento ni trato preferencial, solo quieren contribuir e intentar reconstruir la vida que en su país les fue desmontada.
Entre la migración desenfrenada, por más que la mayoría de los venezolanos tengan buenas intenciones, ha ingresado una minoría criminal, que fue criada en un ambiente sin reglas y ahora ha migrado a otros países a cometer fechorías. Eso no nos representa, y los venezolanos de bien se sienten avergonzados de ellos, espero y aspiro a que todo delincuente en este país, independientemente de su nacionalidad, sea llevado a la justicia. Pero verle el pasaporte al delincuente y promover políticas discriminatorias justificadas por un falso patriotismo no es ético y los ecuatorianos migrantes tuvieron suerte de que sus receptores no fueran ni la mitad de intolerantes como lo son algunos de sus compatriotas con los venezolanos.
El gobierno del Ecuador tiene el mismo problema que la mayoría de los gobiernos de Latinoamérica, que es ser reactivo y no proactivo. No los culpo, la migración venezolana no tiene precedentes en la región, pero su fallo al momento de ayudar a que los desplazados de la dictadura pudieran tener una vida digna en su país ha creado una retórica xenófoba que funcionó para que implementarán estas medidas poco humanitarias. Y todo por qué ha mostrado a migrantes pobres, que se encuentran en extrema necesidad, que ante la ausencia de políticas que velen por sus derechos han sido explotados laboralmente y que han sido estigmatizados por un sector de la población. Esto lleva a una aporofobia que se mezcla con xenofobia y estereotipa a todo un gentilicio, estableciendo modelos de segregación y clasismo que se ven en la cotidianidad. Como si los venezolanos fuéramos una plaga, algo que nadie quiere tener cerca.
Ante la incompetencia del gobierno de Moreno para garantizar un Ecuador donde sus ciudadanos se sientan seguros tenían que buscar un culpable, y quién mas culpable que el venezolano que escapó de su país con una mano atrás y otra adelante. Se atreven a no asumir sus responsabilidades y utilizar al migrante venezolano como chivo expiatorio, como el causante de todos los males del país, y se ve cuando los medios insisten en resaltar la nacionalidad o la situación de residencia de las personas que cometen algún crimen. Tanto han forzado esta narrativa xenófoba que ahora cuando ocurre un crimen, en redes sociales algunos asumen directamente que el perpetrador es un venezolano, promoviendo la falacia de que el Ecuador era un país perfecto antes de que llegaran los migrantes.
Además de que el gobierno es lo suficientemente cínico como para llamar humanitaria a esta visa y decir que es un procedimiento gratuito, cuando en realidad deben pagar 50$ por un formulario. ¿Qué tiene de humanitaria una visa que cuesta decenas de sueldos mínimos venezolanos? ¿Qué tiene de humanitaria una visa que le niega la entrada a los venezolanos que escapan de una dictadura? ¿Qué tiene de humanitaria una visa que entorpece la reunificación familiar?
Todo esto demuestra la hipocresía de Lenin Moreno con la que busca complacer a ambas partes, fingiendo interesarse por los migrantes que, de legalizarse, podrían votar en el 2021 y complaciendo con sus medidas a ese sector de la población ecuatoriana que pide el cierre de la frontera a ciudadanos venezolanos. Ni hablar de los coyoteros y todos los casos de trata de blancas que surgirán por esto, ante indefensos ciudadanos venezolanos que no tienen como volver a casa y harán lo que sea por garantizar un futuro digno para su familia. Lo que querían lograr lo lograron, la entrada de venezolanos de manera legal al país disminuirá en proporciones bíblicas y Colombia, el país que más nos ha apoyado en esta crisis, tendrá que lidiar por sus propios medios con todos los venezolanos que ya de por sí desbordan sus calles.
Se entiende que cada país es libre de tomar cualquier decisión que considere pertinente para garantizar la seguridad de sus ciudadanos, pero el supuesto bienestar de algunos no puede ser a costillas del dolor de otros. Si al gobierno de verdad le preocupará la situación de los desplazados venezolanos, no estaría poniendo trabas para que ellos ingresen al país. Si tanto quieren que los venezolanos vuelvan a sus casas, que se encargue de aliarse con los países de la región y luchen contra la dictadura castrochavista para que los migrantes tengan un hogar seguro a donde volver, pero no cierre la puerta a las poblaciones vulnerables.
Algunos solo necesitan entrar al Ecuador para ir de tránsito hacía otros países, otros encontraron una oportunidad laboral, otros buscan reunificarse con sus familiares y otros salieron a probar suerte en territorio ajeno para sobrevivir al país destruido por una tiranía narcoterrorista. Porque esa es la otra, no están yéndose de su país por gusto, están escapando de un régimen que si no los mata a tiros los mata de inanición. Así que la ignorancia que denotan algunos diciendo “venecos quédense defendiendo a su país” es una burla hacia la lucha de todos los venezolanos que salieron a las calles a dar la vida contra un dictador armado en búsqueda de recuperar su país.
Se cumple mi primer aniversario viviendo en el Ecuador, y a pesar de que no ha sido nada fácil, estoy agradecido con este país y con su gente por todas las oportunidades que me han dado. Pero no puedo evitar sentir pena por mis compatriotas venezolanos a los que se les niega un futuro por culpa de ignorantes xenófobos. Ojalá las cosas fueran diferentes, ojalá las fronteras que se desbordarán fueran las de Venezuela recibiendo a todos los desplazados que vuelven a casa a recuperar sus vidas, pero estamos lejos de ese escenario. Espero y llegue el día donde el Ecuador se promueva como un espacio donde reina el respeto y la inclusión, en vez de ser un ejemplo de lo dañinos que pueden ser algunos ciudadanos sin educación intercultural.