El legado de «La bailarina de Auschwitz»

María Rosa Jurado.

María Rosa Jurado

Guayaquil, Ecuador

Muchos amigos me recomendaron el libro. Lo había tenido en mis manos varias veces en algunas librerías, pero por alguna razón, no me decidía. También había visto la asombrosa reseña de «The New York Times Review»: “No se me ocurre un mensaje más importante para nuestro tiempo que el de este libro. Extraordinario, de lectura obligada”, así como la del “The Bookseller”: «Este tierno, compasivo y excepcional libro es mucho más que una historia de supervivencia. Es, en esencia, un análisis del alma humana y de cómo salvarla tras un episodio traumático. Como en “El hombre en busca de sentido”, es difícil pensar en una lectura más importante para los tiempos que corren”.

Sin embargo, el  momento no llegó hasta diciembre de este año, cuando buscaba  un libro adecuado para regalar a mi  ahijado en Navidad y volví a toparme con “La bailarina de Auschwitz”, de Edith Eger. Lo ignoré hasta que el llamado se hizo tan evidente que me rendí y lo compré. Había llegado el momento. Casi nunca voy a buscar un libro en particular, cuando voy a una librería, espero que el libro sea el que me escoja a mí.

No puedo decir que fue lindo y que me encantó. Que fue muy interesante y disfruté su lectura. No. Hay otros libros que han hecho eso conmigo. Este lo que hizo fue  que me conmovió y me  transformó profundamente, me abrió los ojos. La María Rosa que leyó el libro, nunca será la misma que fue antes.

Edith, la autora, la pequeña bailarina que sobrevivió, nos lleva a un viaje a travéz del tiempo hacia la Hungría de su adolescencia, donde vive con sus padres y hermanas, y entrena en ballet y gimnasia, preparándose para los Juegos Olímpicos, cuando en 1942 la excluyen del equipo porque el gobierno húngaro proclama nuevas leyes en contra de los judíos. Su hermana mayor, Clara, es aceptada por el Conservatorio de Música de Budapest y eso la mantiene a salvo durante el resto de la guerra.

Fue en marzo de 1944 cuando su pequeño mundo se vino abajo, de la manera más horrorosa. Los nazis los arrancan de su casa y los llevan al campo de exterminio de Auschwitz, en camiones para ganado, y una vez allí los separan por edades y por género. El doctor Mengele con su dedo índice señala la suerte que correrá cada uno al asignarles la fila que les toca. Los menores de 14 y los mayores de 40 son dirigidos sin demora, y sin ellos sospecharlo, directamente a las cámaras de gas y a los crematorios, cuyo humo, saliendo sin cesar es la peor tortura para los prisioneros.

Edith perdió a sus abuelos y a sus padres y tuvo que padecer un infierno inenarrable en Auschwitz mientras pugnaba por mantener viva su esperanza. Edith y su hermana Magda, quien compartió con ella su cautiverio, son trasladadas varias veces a diversos subcampos de Mauthausen, en Austria, hasta que el Ejército Americano las libera en mayo de 1945.

Edith se casa y tras un breve tiempo de felicidad vuelve a comenzar otra odisea por liberarse, esta vez, de los comunistas, que son» los mismos nazis reciclados», como afirmaba su esposo.

Edith tuvo otros dos hijos con su esposo y se mudaron a El Paso, Texas en 1955. Allí debió adaptarse a un nuevo país y un nuevo idioma y lidiar también con los prejuicios y las injusticias hacia los inmigrantes, así como con sus propias inseguridades.

 Cuando sus hijos crecen estudia psicología, especializándose en pacientes que sufren trastorno por estrés postraumático (TEPT). A lo largo de su carrera, Eger ha asesorado a las fuerzas armadas estadounidenses, ha dado tratamiento a los veteranos de las guerras de Vietnam, Iraq y Afganistán y ha ayudado a levantar refugios para mujeres víctimas de la violencia doméstica. “Auschwitz solo me dio un regalo, el poder guiar a la gente en su camino, ayudándoles a su adaptación”.

Hay momentos en que su vida, parecen una película de  de suspenso, son tan increíbles sus circunstancias y tan intensas, que uno se mantiene con la nariz pegada al libro, sin atreverse a mover.

Edith dice que renunció al silencio y decidió decir la verdad. Su testimonio es de una honestidad que traspasa, lo suelta todo, porque ha aprendido lo que decía Jung de que lo que reprimimos nos gobierna y lo que enfrentamos nos libera.

Se pregunta siempre ¿porqué logró ella sobrevivir, si tantos otros millones murieron? Para terminar confirmando que fue para poder ayudar a los demás. Y ¡vaya si lo hace!

 En la segunda mitad del libro comparte historias de algunos de sus pacientes, cada una más dura, interesante e inspiradora que la otra. Allí conoceremos una buena gama del dolor humano, en el duelo de la madre que perdió a su hijo, de la que fue violada, de la que es víctima de la violencia doméstica, etc.

El libro es todo un manual de cómo sobrevivir a tus traumas y crearte un presente mejor, está lleno de profundas e impactantes enseñanzas,  repletas de sentido común, de lúcidas reflexiones y de herramientas de autosuperación.

 Me provocó comprar todos sus  libros y regarlarlos a mis conocidos, no sé de nadie a quien su lectura no le vaya a hacer bien.

Eger analizó la teoría del «Crecimiento en el desastre» de Richard Farson, según la cual, «Con mucha frecuencia, son las situaciones de crisis (…) las que nos hacen mejorar como seres humanos. Paradójicamente, aunque esos incidentes pueden en ocasiones destruir a la gente, habitualmente son experiencias enriquecedoras. Como resultado de esos desastres, la persona realiza una importante reevaluación de su situación vital y la modifica de maneras que reflejan un conocimiento más profundo de sus propias capacidades, valores y objetivos»

Sí, Edith Eger te cambia para bien, te alumbra con la luz que emana de su corazón dolorido, que nunca perdió la esperanza, te abraza desde la indefensión de su esquelética condición de prisionera muerta de hambre y dada por muerta, te alienta desde su incansable lucha por darle un mejor futuro a sus hijas, te guía desde los sueños rotos de la pequeña bailarina que vive en ella, y te sonríe desde la confianza de que podrás sanarte a ti mismas y ayudar a los demás, ...si ésa es tu elección.

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