El riesgo de la perpetuidad

Orlando Avendaño

Miami, Estados Unidos

Si el chavismo es lo suficientemente inteligente, puede ganar. Y ganar es perpetuarse al estilo de los totalitarismos orientales. El europeo y los asiáticos. Esos que llevan décadas oprimiendo cruelmente a millones de individuos. A los mismos que entretienen con golosinas. Es la política del carrot and stick, pero a lo interno. Y con las ganas de repartir más garrotazos que zanahorias.

El tiempo juega en contra de los venezolanos. No tiene la misma urgencia el caraqueño de hace ocho meses que el de hoy. Son recurrentes las conversaciones sobre esa encriptada ficción que se ha construido y que supuestamente da cuenta de una postiza prosperidad. Bullshit. La verdad es que Venezuela es hoy una mega lavadora de euros y dólares. Millones y millones. Súmele las remesas, que cada vez son más por las exigencias de los rehenes; y la cantidad de billete, entrepreneurships e inversiones que han puesto a rodar los narcos y boliburgueses. Esos hampones que ya no tienen de otra porque cada vez se les hace más chiquito el mundo.

Insisto: si el chavismo es inteligente, puede ganar. Porque dejar que la inercia mueva esta nueva economía criminal amenaza con construir una ficción de prosperidad a la que, luego de tantos años de miseria y estrechez, millones se van a aferrar. Y será consecuencia de la racional frustración que existe ante una dirigencia política que jamás ha estado a la altura.

Entonces, la sociedad —esos millones que por casi veinte años han estado comprometidos con la causa por la libertad de Venezuela— dejará de ser un utensilio de la dirigencia política que (presuntamente) se opone al régimen de Nicolás Maduro. La gente, hastiada y sumida en la ficción criminal que el chavismo hábilmente habrá edificado, podría optar por tolerar la tiranía si ahora luce más como las orientales que como la caribeña. A la mierda las libertades políticas si existen, aunque sea en su mínima expresión, otras libertades que permitan vivir. Aunque sea vivir. Y ahora tendríamos a un país lleno de apparátchiki. 

El escenario es catastrófico porque muy poco podrán hacer los que aún guardan cierta honra y pudor en la política. Los que jamás cedieron al colaboracionismo estarán atados de mano porque aunque griten alto las palabras saltarán al vacío. Muy pocos a quienes hablar. Ya los que influyen, toman decisiones o comparten causa, podrían verse arropados por la nueva realidad delincuencial. Quedará todavía la lucha por los principios y las libertades plenas. Lucha que ningún verdadero amante de la libertad podría abandonar. Pero recemos por que nos presten atención.

Este artículo no busca ser derrotista porque sí. Es la inquietud ante lo que veo. No es una partida trancada porque uno de los jugadores no deja de moverse —y lo hace con ligereza y sin presión—. El riesgo de la perpetuidad está latente. El chavismo, si es inteligente, puede ganar. Pero el triunfo no es una consecuencia inalterable de aplicar una fórmula. También puede perder. Pierde si nosotros nos adelantamos y esto es: que los venezolanos y el mundo comprendan la verdadera naturaleza criminal del chavismo y sus relaciones con los peores monstruos del mundo. Comprendan que existe el riesgo de que el régimen se eternice, como lo han hecho ya tantas tiranías, y que la única forma de romper con eso es con la fuerza. Hacerlo lo antes posible porque el tiempo hoy está con los malos.

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