Exposición en Austria explora la juventud de Hitler

Foto: quenosocultan.wordpress.com

¿De dónde vino el nazismo y el Holocausto? ¿Qué hizo que un mediocre joven austríaco acabara siendo un dictador y genocida? Una exposición analiza ahora la infancia de Adolf Hitler para arrojar algo de luz sobre cómo la época en que vivió y su propia personalidad crearon una destructiva combinación.

«El joven Hitler. Años de formación de un dictador», es el título de la exposición que se abre al público mañana en el Museo de Baja Austria, centrada en la infancia y juventud del futuro dictador, desde su nacimiento en 1889 hasta la I Guerra Mundial en 1914.

La muestra empieza por el final: año 1945, termina la II Guerra Mundial tras millones de muertos, la destrucción de Europa, la liberación de los campos de exterminio, la constatación del horror.

Para explicar cómo se llegó a eso, la exposición recuerda que el cambio de siglo estuvo marcado por una agitada transformación, en la que conviven ideas pacifistas con el militarismo; el creciente movimiento obrero con el imperialismo; el racismo y el antisemitismo; los derechos de la mujer y la misoginia.

Todo eso, mucho antes del impacto y la ruptura que fueron la I Guerra Mundial, el crack económico de 1929 o el auge del fascismo.

En ese ambiente nace Adolf Hitler, el 20 de abril de 1889, en una familia bien situada gracias al cargo de inspector de aduanas de su padre, un hombre severo, autoritario y terco, que no acepta que nadie le contradiga. Y que pega a menudo a sus hijos. El pequeño Adolf lo admira sobre todas las cosas.

«La violencia estaba presente en casi todos los hogares», explica a Efe Hannes Leidinger, uno de los comisarios de la muestra, que duda de que ese maltrato baste para explicar el carácter de Hitler.

Al contrario, asegura, el futuro dictador asumió esos rasgos de su padre, especialmente tras su muerte.

Los testimonios y documentos históricos describen al joven Hitler como alguien al que le gusta mandar, que comanda a sus compañeros en las peleas con otros niños, que no permite que nadie le contradiga, que habla en monólogos.

La exposición no pretende en absoluto ensalzar ni justificar a Hitler, asegura Christian Rapp, otro de los comisarios y autor, junto a Leidinger, del libro «Hitler. Años de formación. Infancia y Juventud 1889-1914», que acaba de publicarse.

«Mediante documentos auténticos se muestra más bien el dibujo de un fracasado precoz y de un marginado que hace responsable todo el tiempo a lo que le rodea de sus propios fracasos», señala.

Esenciales son las fotos y testimonios de August Kubizek, que la muestra define como «su único amigo» y que más que un compañero aparece como un «asistente» que sabe que nunca debe contradecirlo.

Con él comparte la veneración por Richard Wagner, el compositor antisemita y nacionalista que fue siempre su favorito, hasta el punto de que tratan de escribir una ópera imitándolo, cuya partitura se expone en la muestra.

También se exhibe el testimonio de Stefanie Rabatsch, la joven de la que se cree que el futuro «führer» estuvo enamorado en secreto, y que relata que nunca conoció a ningún Hitler y que sólo recibió una carta anónima de alguien que decía que se marchaba a Viena a estudiar arte y que algún día volvería a casarse con ella.

La exposición no quiere caer en «especulaciones psicoanalíticas» de Hitler, sino partir de documentos y testimonios históricos para verificar esos rasgos de su personalidad, señala Leidinger: el radicalismo, la severidad, la megalomanía, el creerse que lo sabe todo mejor que los demás.

Con todo, Leidinger insiste en que esa constatación no supone una justificación de sus acciones posteriores, y recuerda que la psicología del desarrollo muestra cómo las personas pueden superar las influencias de su infancia.

«Adolf Hitler no tiene capacidad de adaptación», sentencia.

El historiador reconoce que el contexto histórico, la desestabilización de la I Guerra Mundial y la crisis económica habrían producido casi con seguridad una grave crisis democrática, con o sin Hitler. Lo que es específico de él es ese concepto de «führer», de líder supremo, de «mesías» que decide el destino de su pueblo.

El historiador habla de «una disposición al radicalismo que rompe todos los diques y que reconocemos en su antisemitismo y su política de raza», y afirma que la «guerra racial es algo muy específico de Adolf Hitler».

La muestra cuenta detalles de su vida, a través de objetos como la partida de bautismo de su padre, postales a su amigo y dibujos y fotos suyas.

Tres de sus hermanos mueren de enfermedades, uno de ellos con una discapacidad. Saca buenas notas en la escuela elemental, que comienzan a empeorar en el bachillerato, debido a qué dejó de ser el líder.

Luego vive en la ciudad de Linz, donde asume el nacionalismo alemán radical. Más tarde, desde 1908, en Viena, donde su falta de talento le impide entrar en la Academia de Bellas Artes, y donde se sumerge en el ambiente antisemita.

Sus condiciones de vida empeoran hasta instalarse en un asilo para personas sin hogar. En 1910 gana algo de dinero vendiendo acuarelas, también a comerciantes judíos, y en 1913, con 24 años, recibe su herencia paterna y se marcha a Múnich.

Se cree que su traslado a Alemania pudo tener que ver con que las autoridades le buscan porque no se ha presentado al servicio militar del Ejército del Imperio Austro-Húngaro, que rechaza por ser demasiado multiétnico.

En Alemania participa en el entusiasmo por el comienzo de la I Guerra Mundial, en la que luchará.

Aquí, las dos narrativas de la exposición, la biografía de Hitler y el contexto histórico, se funden en una línea que conduce a su elección como canciller en 1933 y el estallido de la II Guerra Mundial seis años después. EFE (I)

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