Aún falta

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

La fiscal general, Dra. Diana Salazar, y los jueces nacionales doctores Iván Saquicela, Iván León y Marco Rodríguez dieron la semana pasada un testimonio de entereza y coraje a una sociedad prácticamente sin esperanzas que hoy se encuentra en el umbral de una pavorosa debacle social y económica, una sociedad que reclama líderes que le aseguren algún sentido a su existencia, y no solo administradores de una crisis sanitaria.

La sentencia condenando a ocho años de prisión –en otros países la ley contempla hasta cadena perpetua para estos delitos– tanto al jefe de la mafia correísta y a una parte de su camarilla de asaltantes como a una serie de empresarios corruptos, es apenas el primer escalón que hemos dado como país para salir del basural en que nos hundieron estos individuos. Pero aún falta un buen trecho. No solo que debemos estar alerta a las próximas instancias judiciales, sino que –y quizás esto sea lo más importante– debemos estar vigilantes a los movimientos que se den en otras esferas no necesariamente judiciales.

La mayoría de los consejeros del Consejo Nacional Electoral, por ejemplo, han dado muestras evidentes y hasta grotescas de su empeño por ayudar a que el correísmo mantenga su legitimidad y pueda ganar un espacio de poder. Desoyendo las objeciones del contralor general sobre el número de firmas de respaldo, esa mayoría de consejeros otorgó personería jurídica a un movimiento político que fue fundado nada menos que por un individuo que está en la cárcel por corrupto, movimiento sobre el que cabalgará el otro corrupto que acaba de ser condenado. El contralor deberá insistir en su requerimiento. El que se le permita a esa pandilla de delincuentes participar en la vida pública sería darle una bofetada al país y enterrar todo el trabajo de la Fiscalía General. El nazismo y el fascismo fueron proscritos de la vida pública alemana e italiana. No podemos, por lo tanto, aceptar que el correísmo use las instituciones de la democracia como un arma de impunidad.

Que ser correísta no es un pecado han dicho. Claro que no lo es. El pecado es un asunto que cae en la esfera religiosa y privada. El correísmo es algo peor. El correísmo es un crimen. Es un crimen de efectos sociales devastadores y que nos arrastró a una suerte de cloaca de la cual parecía que nunca íbamos a salir, una tragedia que hoy la estamos pagando muy caro. Es un crimen contra los ideales republicanos, valores democráticos y principios éticos. Una década fue suficiente para entender que esta mafia no puede volver a la vida pública. Es posible que sean muy populares –al menos eso dicen– y deben tener mucho dinero, ciertamente –después de todo robaron miles de millones de dólares–. Pero eso no los exime de sus delitos. Y es por sus delitos que deben ser vencidos en las cortes, no en las urnas.

Volver a las componendas y amarres de trastienda del pasado, y peor con semejante mafia, es algo inaceptable.

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